Emilio Spósito
Contreras
EL QUIJOTE JURÍDICO I:
Que trata del proceder y estilo
de vida del gobernador
de una ínsula o
reino
A Ramón Escovar León,
dedico.
1. Dicen que los niños y
los locos suelen decir la verdad y Don Quijote de la Mancha [1], es el loco por
cuya boca, Miguel de Cervantes, quizás el mejor exponente de nuestra lengua y
cultura, nos dice grandes verdades:
…los
religiosos con toda paz y sosiego piden al cielo el bien de la tierra; pero los
soldados y caballeros ponemos en ejecución lo que ellos piden, defendiéndola
con el valor de nuestros brazos y filos de nuestras espadas, no debajo de
cubierta, sino al cielo abierto, puestos por blancos de insufribles rayos del
sol en el verano, y de los erizados hielos del invierno. Así que somos
ministros de Dios en la tierra, y brazos por quien se ejecuta en ella su
justicia.
Miguel de Cervantes
Saavedra, El ingenioso hidalgo
Don Quijote de la
Mancha I, cap. XIII.
En primer
lugar, del texto destaca la distinción entre lo espiritual y lo secular, entre
los religiosos y los soldados: los unos dedicados preponderadamente a la contemplación
y los otros a la acción; pero, al mismo tiempo, resalta su complementariedad: “A
Dios rogando y con el mazo dando” (aunque algunos necios crean que se pueda
dar al mazo sin rogar, o viceversa).
Recordemos que
muchos monjes tomaron las armas (v. gr. los templarios) y muchos
caballeros el hábito (los jesuitas), precisamente en esa búsqueda de equilibrio
entre la teoría y la praxis. Los franciscanos suelen decir que se reconocen
entre ellos por su forma de andar: con la mirada baja, fija en el camino, y el
pensamiento en lo alto del cielo.
Hoy en día
cuando se habla de líderes, aunque todo resulta impreciso y confuso, los
autores se ponen de acuerdo en resaltar como nota característica, la coherencia
entre el decir y el actuar: Ser excelentes y “…propiciar que otros busquen
la excelencia”; ver más allá y “…contribuir a que otros tengan tal
percepción”; alto compromiso y “…motivar a otros para que hagan lo mismo”;
tener tenacidad y “…cultivar ese esfuerzo en los demás” [2].
En segundo
lugar, es de subrayar la disposición al sacrificio del perfecto caballero. Se
dice que el rojo sangre del traje de los príncipes de la Iglesia, en vez de
lujo o pompa, denota su disposición al martirio por la fe; y que el rojo del
traje académico de los estudiosos del Derecho, tiene el mismo origen y significado.
Obviamente, se
habla de disposición y no de un voto de necesaria pobreza y sacrificio. La
hermana pobreza de la que hablaba el santo de Asís, la mortificación, era
evidentemente física, pero también espiritual, de corazón.
Y en tercer
lugar, sobre lo que significa ser soldado, caballero, abogado, juez o gobernador
[3], es precisamente servir de instrumento a la justicia. A este punto nos
conducen los dos anteriores, porque el buen caballero debe orientarse de tal
manera que las cosas mundanas (buenas o malas), no le distraigan del
cumplimiento de su importante tarea de: “…defender las doncellas, amparar
las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos” (Don Quijote
I, cap. XI).
2. En la Antigüedad, los influyentes
romanos estuvieron muy conscientes de la necesidad de la virtud para sostener
la república. En tal sentido, crearon la censura para garantizar el buen
comportamiento de sus ciudadanos y que sólo los mejores llegaran a las magistraturas
[4]. Asimismo, a pesar de las críticas, los romanos prefirieron la vida rural a
la urbana y la vida sencilla que predicaron tanto los filósofos estoicos, como
los cristianos. Este atributo de los romanos impregnó su Derecho.
En este
sentido, el célebre emperador César Flavio Justiniano, en la presentación de su
obra para la enseñanza del Derecho [5], es claro al afirmar que:
La majestad imperial conviene que no sólo esté honrada con las armas
sino también fortalecida por las leyes, para que uno y otro tiempo, así el de
guerras como el de paz, puedan ser bien gobernados, y el príncipe romano
subsista vencedor no solamente en los combates con los enemigos, sino también
rechazando por legítimos trámites las iniquidades de los calumniadores, y
llegue a ser religiosísimo observador del Derecho, como triunfador de los
enemigos vencidos…
Instituciones,
1, 1-2.
Por su parte,
los germanos no quedaron atrás y durante la Edad Media se impuso el ideal
caballeresco, lleno de tantas glorias como fatigas. Al respecto, Tirante el
Blanco, citado de las ediciones italianas del s. XVI por Diego Clemencín,
comentarista del Quijote, nos advierte que: “…il cavalliere che non osserva
tutto quello che dee (sic) osservare, l’anima sua al inferno condanna” (El
Quijote I, cap. XIII, nota 23).
La Reforma es
un llamado de atención de la cultura de origen germánico, sobre la necesidad de
la simpleza y la pureza de las costumbres. Hoy en día son nuevamente los
germánicos, los que hacen un llamado a los gobiernos de Europa, sobre la
necesidad de la austeridad y la contención en el gasto.
Finalmente en
la Modernidad, de la mano de Juan Jacobo Rousseau, Federico Nietzsche o Juan Papini,
vamos al rescate de lo bueno del hombre sumido en la sociedad, regresando a la
naturaleza, a lo que somos (“conócete a ti mismo”), y a lo que estamos
llamados a ser.
3. En los anales de
Venezuela, destacan dos ejemplos de caballeros al servicio de la justicia al
extremo del sacrificio: Carlos Soublette y Fermín Toro. El primero, el general
Soublette, ejerció la Presidencia de la República debido a la renuncia del
doctor José María Vargas, de 1837 a 1839, y tras su elección en el cargo, para
el período 1843-1847. Por su parte Toro, uno de nuestros más insignes intelectuales
del s. XIX, como hombre público destacó sobre todo como legislador.
José Gil
Fortoul dejó constancia en su obra [6], del temple de estos dos grandes hombres:
Respecto de
Soublette, nos recuerda que finalizado su gobierno, tuvo que vender su casa de
habitación para sufragar los gastos en que había incurrido durante su mandato y
que su precario sueldo no llegó a cubrir. Y como ello no fue suficiente para
pagar sus deudas, y se negó a acogerse a la criticada Ley de “Espera y Quita”, “…vendió
su ganado a diez reales [por] cabeza, y se quedó pobre y murió pobre…” [7], pero honrado.
En cuanto a
Toro, la anécdota se refiera a su actuación como legislador durante uno de los
hechos más ignominiosos de nuestra vida republicana: el criminal asalto al
Congreso del 24 de enero de 1848, tristemente tolerado, si no promovido, por el
presidente José Tadeo Monagas, quien a partir de ese momento no contó con mayor
control y oposición del legislativo a sus tendencias autoritarias.
Disperso el
Congreso aquel 24 de enero, al día siguiente Monagas intentó reunir por la
fuerza a los congresistas para aparentar la legalidad de su gobierno. En ese
trance, Fermín Toro respondió al infame a través de sus esbirros: “Decidle
al general Monagas que mi cadáver lo llevarán, pero que Fermín Toro no se
prostituye” [8], en una asamblea de esclavos. Después de ello, desgraciadamente
Venezuela quedó privada del servicio de uno de sus hijos por diez largos años.
4. La vigencia de la obra
de Cervantes y el paralelismo de algunas situaciones históricas con nuestros
tristes tiempos, resultan sorprendentes. Pero hoy como ayer, aparecen hombres y
mujeres dispuestos a ejecutar, al menos escudo en mano, la clamada justicia de Dios en la tierra, como a semejanza del Quijote, otrora hicieron flamantes caballeros
como Soublette y Toro.
Notas
[1] CERVANTES
SAAVEDRA, Miguel de, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Comentarios
de Diego Clemencín. Editorial Alfredo Ortells, S. L. Valencia, 1998.
[2] PIÑANGO,
Ramón, Líderes y pendejos: dicotomía fatal. Debates Iesa, volumen XV,
número 1. Instituto de Estudios Superiores en Administración. Caracas, 2010,
pp. 18-22.
[3] SPÓSITO
CONTRERAS, Emilio, MMD aniversario de la creación del Tribunado de la Plebe:
Notas sobre la virtud como solución al problema de la desigualdad en la antigua
Roma. Revista de Derecho, número 29. Tribunal Supremo de Justicia. Caracas,
2009, pp. 365-372.
[4] TORRES
MÉNDEZ, Miguel, Don Quijote como modelo de juez o el triunfo de la caballería
medieval como actitud justiciera. Revista Peruana de Derecho y Literatura,
número 1. Grijley. Lima, 2006, pp. 311-321.
[5] JUSTINIANO,
Cuerpo del Derecho Civil Romano. Traducción de Ildefonso L. García del Corral.
Editorial Lex Nova. Valladolid 2004, pp. 3-7.
[6] GIL FORTOUL,
José, Historia Constitucional de Venezuela. Tomo 2º, “Reconstitución de
la república”, “La oligarquía conservadora”. Librería Piñango, 5ª edición.
Caracas, 1967.
[7] Ibidem,
p. 250.
[8] Idem,
p. 168.
buen contenido.
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