Emilio Spósito Contreras*
LA TERGIVERSACIÓN DE ROMA
LA TERGIVERSACIÓN DE ROMA
(Publicado en la versión impresa de Vltima Ratio:
Boletín jurídico semestral de la Sociedad Venezolana para el Estudio del Derecho Latinoamericano.
Año I, número I. Caracas, enero-junio 2014, p. 4).
El término imperio
despierta rechazo en muchos latinoamericanos, pues no son pocos los enemigos de
la felicidad de nuestros pueblos que se han ocultado tras la máscara del imperio.
Así, por ejemplo, hemos enfrentado al “Imperio
español”, al “Imperio británico” y en México, se llamó imperio a
monarquías o pretensiones de dominación extranjera. Como se comprenderá, nuestras experiencias con
pseudos imperios han sido, por lo general, perjudiciales.
Ello podría explicar cómo una búsqueda en lengua
castellana por Internet, de noticias con la palabra imperio, obtuvo como resultado referencias a los Estados Unidos de
Norteamérica como imperio en un sentido peyorativo y negativo. Sin embargo
–lejos de lo que podríamos pensar–, de la lectura del artículo de
Leopoldo Lavín
Mujica sobre las
concepciones de Thomas Barnett: “Imperio y
neoliberalismo: el modelo de Thomas P. M. Barnett” (en www . elmostrador . cl / modulos / noticias / constructor / noticia
_ new . asp ? id _ noticia = 189058, consultado el 30 de mayo de 2006), descubrimos que es precisamente en ambientes norteamericanos donde más
se promueve la idea de un Imperio estadounidense.
En este sentido, G. John
Ikenberry –profesor de la Universidad de Georgetown– bajo el título: “Ilusiones de Imperio” (en
www
. foreignaffairs - esp . org / 20040401faenespreviewessay040219a / g - John - ikenberry
/ ilusiones - de - Imperio . html, el 30 de mayo de 2006), nos da cuenta
de una serie de novedades editoriales norteamericanas y europeas que giran en
torno a esta idea. Al respecto
Ikenberry, citando a Harold Laski, explica que:
“Estados Unidos se sienta a
horcajadas sobre el mundo como un coloso. Ni Roma en la cúspide de su poder ni
Gran Bretaña en el período de supremacía económica gozaron de una influencia
tan directa, tan profunda o tan extendida (…)”.
Entre nosotros, Alfredo
Toro Hardy en su obra Hegemonía e imperio
(Villegas Editores, Caracas 2008, 448 páginas), y Guillermo Morón en Los imperios y el imperio (Editorial CEC, Los Libros de El Nacional. Caracas 2012, 371 páginas) –aunque este último
no realice ninguna definición expresa de imperio–
coinciden con el sentido dado al término por Barnett e Ikenberry.
Aunque asemejar el actual Estados Unidos de
Norteamérica con la Gran Bretaña del siglo XIX podría ser acertado, la
comparación entre Estados Unidos de Norteamérica y Roma no lo es, pues que la
idea imperio se reduzca sólo a poder,
economía e influencia directa, profunda y
extendida, obviándose conceptos como autoridad, derecho o moral, resulta
inaceptable.
En detrimento de esta aseveración, podría alegarse que
el lenguaje es variable y que según la libertad de estipulación, podría
llamarse imperio a cualquier otra
cosa, pero sería llevar a extremos absurdos el principio, pues en esta misma
línea de razonamiento se afirma la regla del uso común.
Debemos llamar cada cosa por su nombre, y como veremos
de seguidas, no faltan nombres para designar los casos que pretenden
presentársenos como imperio:
(A) Leopoldo Zea –de la Universidad Autónoma de
México–, en excelente trabajo sobre el “Imperio
romano e Imperio español en el pensamiento de Bolívar” (En
Quaderni Latinoamericani.
“Rivoluzione Bolivariana. Istituzioni-Lessico-Ideologia”. VIII. Edicione
Scientifiche Italiane, Napoli 1981, p. 16), evidencia la siguiente diferencia: “El Imperio Romano aglutinó, dio unidad y
legalidad a los múltiples pueblos bajo su dominio y a las múltiples expresiones
de sus hombres. España no, ésta extendió su propia legalidad y derecho a otros
pueblos, pero sin conceder a éstos derecho alguno”. Compartimos
plenamente el juicio, pero nos atreveríamos a explicarlo en el sentido de que
España no fue un Imperio sino un Reino, esto es, una “(…) signoria di uno solo sopra una massa indifferenziata di sudditi
(…)” (U. COLI: Regnum. Editrice Universitaria.
Firenze 1958, p. 15).
(B) Niall Ferguson
–profesor de la Universidad de Nueva York–, en comentario editorial titulado “¿Hegemonía
o Imperio?” (AA. VV.: Two Hegemonies: Britain 1846-1914 and
the United States 1941-2001. Compilación de Patrick Karl
O'Brien y Armand Clesse. Aldershot.
Asghate 2002),
no sólo confunde imperio con reino al calificar de Imperio a la Gran
Bretaña del siglo XIX, sino también imperio
con hegemonía cuando señala: “(…) el concepto mismo
de ‘hegemonía’ no es, en realidad, más que una forma de evitar hablar del Imperio
(…)” (En www . foreignaffairs
- esp . org / 20031001faenespreviewessay030418 / nial - ferguson / hegemonía - o
-Imperio . html, el 13 de agosto de 2006).
(C) Finalmente, no
faltan ejemplos de los que confunden imperio
con imperialismo (cfr. PISTONE, Sergio: Voz “Imperialismo”.
En AA. VV.: Diccionario de Política. A-J, dirigido por Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y
Gianfranco Pasquino. Siglo Veintiuno Editores. 10ª edición en
español. México-Madrid 1997, p. 787), término acuñado a partir de 1870 para
designar la política de la Inglaterra victoriana y que fue objeto de amplias
discusiones a lo largo de todo el siglo XX en el marco del enfrentamiento
ideológico-económico entre capitalismo y comunismo.
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*Universidad Central de Venezuela,
Abogado; Especialista en Derecho Administrativo; cursante del Doctorado en Ciencias, mención Derecho. Profesor Agregado
de Derecho Civil I (Personas).
Impero según la RAE, que para mí no es vinculante más sí referencial, es acción de imperar, y sigue, imperar: mandar, dominar.
ResponderBorrarEn todo caso ¿qué importancia tiene la concepción que la sociedad pueda tener sobre una palabra?
¿Pueden las masas, aún en su error (y no sé si este es el caso) modificar el lenguaje?
Considero muy valedera la diferencia que se hace entre lo que fue Roma, lo que fue Inglaterra y lo que es hoy EEUU; pero hay algo que es igual para los tres casos: la forma de adherir territorios, incorporar población y conseguir riquezas, en parte fue bajo la acción de imperar, mandar, dominar y lamentablemente matar. Y para la sociedad, parece ser que eso es lo que implica un Imperio.
En todo caso, fue muy interesante ver el análisis sobre la diferencia entre imperio, hegemonía e imperialismo.
Estimado Alejandro Escarrá, muy apreciado tu comentario.
BorrarConquistar, esclavizar y matar lo han hecho hasta repúblicas democráticas, por lo que no creo que tales crímenes sean característicos de una determinada forma política. No critico al ciudadano común –o incluso al retórico– que utiliza de manera impropia el concepto de imperio (orden jurídico universal), sino al especialista que, no sé por qué razón, llama imperio a lo que no lo es, dando apariencia de orden, juridicidad y universalidad a reinos, imperialismos o hegemonías. Jean-Jacques Rousseau, Francisco de Miranda o James Bryce, por ejemplo, no cometieron tal error.
A mi modo de ver, un ejemplo de la vigencia de la idea de orden jurídico universal, de imperio, sin tergiversaciones o prejuicios, la encontramos en la Nota del Pontificio Consejo Justicia y Paz: Por una reforma del sistema financiero y monetario internacional en la perspectiva de una autoridad pública con competencia universal, del 24 de octubre de 2011 (http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_20111024_nota_en.html).
Únicamente desbrozando la idea de imperio, podemos entender que se proponga una autoridad pública con competencia universal –que hoy no existe–, como solución a los males ocasionados, precisamente, por pseudoimperios y sus patrocinadores.
Muchas gracias,
Emilio Spósito Contreras