Emilio Spósito Contreras
ENFERMEDADES
PARALELAS
¿Qué locura es
ésta tan magnifiesta
que piensas tú,
omne, que el otro morra,
e tú fincarás,
por ser bien compuesta
la tu
complisión, e que durará?
Non eres cierto
si en punto verná
sobre ti a
desora alguna corrupción
de landre o
carboneo, o tal implisión
por que el tu
vil cuerpo se desatará.
Anónimo castellano, La Danza General de la Muerte 9-16, siglo XIV.
La viruela de 1580, la fiebre amarilla
de 1694, la viruela de 1696, la fiebre amarilla de 1763, la viruela de 1802, el
cólera de 1846 y de 1855, la viruela de 1898, la peste bubónica de 1908, más
las perennes tuberculosis, gastroenteritis, paludismo, polio y varicela… Son
muchas de las “pestes” –nombre genérico en alusión a la temible Peste Negra de
1348– que han azotado a Venezuela a lo largo de su historia.
La viruela de 1580 motivó la
construcción del Hospital Real del Señor San Pablo –después llamado Hospital de
Caridad y de Tropa–, el Hospicio y Hospital de Nuestra Señora de la Caridad de
Mujeres, la Ermita de San Pablo y, por supuesto, un cementerio. No es difícil
asociar la curación de las enfermedades de la época a las sentidas suplicas frente
a la conmovedora imagen del Nazareno de San Pablo.
La mayor devoción caraqueña se remonta a
la epidemia de fiebre amarilla o “vómito negro” de 1694 y al milagro
relacionado a una procesión rogativa del Nazareno de San Pablo, ampliamente
conocido por el poema de Andrés Eloy Blanco (1896-1955) El limonero del Señor: “—¡Milagro...! ¡Es bálsamo, cristianos, / el limonero del Señor...!” (Poda, 1934). Son muchos los venezolanos que pueden dar fe de su
intercesión.
Hace un siglo, el país se encontraba sumido en lo que hasta
hace poco era considerados por algunos como la peor plaga institucional de
nuestra historia: la tiranía de Juan Vicente Gómez (1857-1935), cuando llegó a
nuestras costas la epidemia de la mal llamada “Gripe española”, especie de influenza “A”,
subtipo “H1N1”, tan sonora en nuestros días.
La gravedad de la epidemia puede
reflejarse en el hecho de que una de las víctimas fue el hijo predilecto del
propio Gómez, el coronel Alí Gómez Bello (1892-1918). La profesora Dora Dávila
Mendoza en su obra Caracas y la gripe española de 1918: epidemias y política sanitaria, señala las graves incidencias de dicha peste en la despoblación y
atraso de la época.
En Caracas el Dr. Luis Razetti (1862-1932), estuvo al frente de la gestión sanitaria. Más
allá del terror medieval por las pandemias, Caracas vivió su primera cuarentena
moderna: se prohibieron reuniones públicas, se cerraron las escuelas y la Universidad,
se suspendieron las misas y se pidió a los fieles que rezaran desde sus casas.
Comparativamente,
Gómez supo rodearse de los mejores hombres y hoy, al borde de la fosa, echamos
en falta el liderazgo de un digno sucesor de José María Vargas (1786-1854). Cien
años después, pareciera que estamos a punto de descubrir la mano avara –“competencia de Doctor”– que cortó… el
limonero del Señor.