domingo, 22 de marzo de 2020

En tiempos de coronavirus


Emilio Spósito Contreras

ENFERMEDADES PARALELAS

¿Qué locura es ésta tan magnifiesta
que piensas tú, omne, que el otro morra,
e tú fincarás, por ser bien compuesta
la tu complisión, e que durará?
Non eres cierto si en punto verná
sobre ti a desora alguna corrupción
de landre o carboneo, o tal implisión
por que el tu vil cuerpo se desatará.

Anónimo castellano, La Danza General de la Muerte 9-16, siglo XIV.

La viruela de 1580, la fiebre amarilla de 1694, la viruela de 1696, la fiebre amarilla de 1763, la viruela de 1802, el cólera de 1846 y de 1855, la viruela de 1898, la peste bubónica de 1908, más las perennes tuberculosis, gastroenteritis, paludismo, polio y varicela… Son muchas de las “pestes” –nombre genérico en alusión a la temible Peste Negra de 1348– que han azotado a Venezuela a lo largo de su historia.
La viruela de 1580 motivó la construcción del Hospital Real del Señor San Pablo –después llamado Hospital de Caridad y de Tropa–, el Hospicio y Hospital de Nuestra Señora de la Caridad de Mujeres, la Ermita de San Pablo y, por supuesto, un cementerio. No es difícil asociar la curación de las enfermedades de la época a las sentidas suplicas frente a la conmovedora imagen del Nazareno de San Pablo.
La mayor devoción caraqueña se remonta a la epidemia de fiebre amarilla o “vómito negro” de 1694 y al milagro relacionado a una procesión rogativa del Nazareno de San Pablo, ampliamente conocido por el poema de Andrés Eloy Blanco (1896-1955) El limonero del Señor: —¡Milagro...! ¡Es bálsamo, cristianos, / el limonero del Señor...!” (Poda, 1934). Son muchos los venezolanos que pueden dar fe de su intercesión.
Hace un siglo, el país se encontraba sumido en lo que hasta hace poco era considerados por algunos como la peor plaga institucional de nuestra historia: la tiranía de Juan Vicente Gómez (1857-1935), cuando llegó a nuestras costas la epidemia de la mal llamada “Gripe española”, especie de influenza “A”, subtipo “H1N1”, tan sonora en nuestros días.
La gravedad de la epidemia puede reflejarse en el hecho de que una de las víctimas fue el hijo predilecto del propio Gómez, el coronel Alí Gómez Bello (1892-1918). La profesora Dora Dávila Mendoza en su obra Caracas y la gripe española de 1918: epidemias y política sanitaria, señala las graves incidencias de dicha peste en la despoblación y atraso de la época.
En Caracas el Dr. Luis Razetti (1862-1932), estuvo al frente de la gestión sanitaria. Más allá del terror medieval por las pandemias, Caracas vivió su primera cuarentena moderna: se prohibieron reuniones públicas, se cerraron las escuelas y la Universidad, se suspendieron las misas y se pidió a los fieles que rezaran desde sus casas.
Comparativamente, Gómez supo rodearse de los mejores hombres y hoy, al borde de la fosa, echamos en falta el liderazgo de un digno sucesor de José María Vargas (1786-1854). Cien años después, pareciera que estamos a punto de descubrir la mano avara –“competencia de Doctor”– que cortó… el limonero del Señor.