Sacha Rohán
Fernández Cabrera*
EL LATÍN
EN EL DERECHO:
¿Está caduco… ha muerto?
Summum
ius, summa iniuria [1].
En el derecho desde que se entra
en las aulas de clases para iniciar la carrera, los estudiantes se encuentran
con las frases en latín que se suelen utilizar en la academia, así como en los
autos, sentencias y dictámenes judiciales, pero parece ser que la nueva
tendencia es que estas sean eliminadas por los poderes judiciales de las
naciones, por lo menos en los 23 países que forman parte de Cumbre Judicial
Iberoamericana [2], que
excluirán este tipo de frases para que los ciudadanos “puedan comprender con facilidad las fundamentaciones contenidas en
dichos documentos”, según se acordó en la XVIII Asamblea de Cumbre, que
tuvo lugar los días 13, 14 y 15 de abril de 2016, efectuada en el Centro de
Convenciones de la Confederación Sudamericana de Fútbol en la ciudad de Luque,
aledaña a la Asunción, Paraguay.
Esta propuesta fue presentada por
los representantes de España, Paraguay,
Colombia, Bolivia, Chile y Ecuador. De esta forma, la delegación
española formada por el presidente del Consejo General del Poder Judicial y del
Tribunal Supremo, Carlos Lesmes,
y por el vocal Juan Martínez Moya,
expresidente del Tribunal Superior de Justicia de Murcia, promovieron la
propuesta.
En tal sentido se espera que, a
partir del regreso a sus respectivos países de origen, se impartan las
instrucciones oportunas desde cada órgano competente en ello, para que los
hombres y mujeres que administran justicia en dichos países comiencen a
suprimir las frases en latín de sus autos, decisiones y sentencias. Se supone
que esto es en aras de promover la claridad del lenguaje jurídico.
Así, frases como “actori incumbit onus probandi”, es
decir, el actor tiene la carga de la prueba; “bona fide”, buena fe; “fumus boni iuris”, apariencia de
buen derecho “periculum in mora”, peligro de mora o de tardanza en la
resolución del proceso, que se utilizan estas dos últimas para decidir las
pretensiones de carácter procesal, como los son las medidas cautelares, ya no
serán empleadas ni utilizadas.
Al respecto, María Mercedes Buongermini, jueza
paraguaya que participó en la XVIII Asamblea de Cumbre, declaró que “es necesaria la redacción de los actos de
comunicación en lenguaje claro, fácil y comprensible para las personas
interesadas en las resoluciones judiciales. Debemos homogeneizar la redacción
de sentencias y buscar un equilibrio entre el rigor técnico necesario de las
expresiones y comprensión por parte de la ciudadanía”.
También el fiscal paraguayo
Roberto Velázquez dijo que el latín “lo
usamos muy poco, solo para ornamentar un escrito con frases que indicarían la
ilustración y preparación académica del abogado, teniendo en cuenta que el
Derecho Iberoamericano tuvo sus orígenes en el Derecho Romano, no así el
Derecho de algunos países anglosajones”.
Por otra parte, el sacerdote
italiano y antropólogo de la Universidad Católica de Asunción, Giuseppe
Zanardini, dijo que “en los colegios
secundarios de Paraguay se dejó de enseñar Latín en 1977”, “es una lengua inactiva, salvo en el Vaticano
donde vive en los documentos oficiales, pero los funcionarios del Estado
Vaticano hablan italiano”.
Además los delegados de los 23
países integrantes de la Cumbre Judicial Iberoamericana, reafirmaron la necesidad
de aunar esfuerzos para trabajar por la transparencia y la seguridad jurídica,
siendo reflejado ese compromiso en la declaración final de la edición N° 18 de
las asambleas de ese foro. Igualmente, los poderes judiciales y consejos de la
magistratura o judicatura representados establecieron varias prioridades, como
la consolidación de un portal iberoamericano del conocimiento jurídico y el
fortalecimiento del uso de la tecnología.
Sin embargo, sobre este tema se
puede indicar que tal
“Cumbre Judicial Iberoamericana”, a la que al parecer pertenece el Estado
español, tal vez sea una versión del “Consejo Episcopal Latinoamericano”.
Esta propuesta
aparentemente progresista tiene precedentes en un debate en las Cortes
españolas de otro tiempo, cuando el Ministro Secretario General del Movimiento,
José Solís Ruiz defendía la reducción de horas lectivas de lenguas clásicas
para aumentar la de educación física, señalando que el latín ya no sirve para
nada, todo ello siguiendo la “Institución Libre de Enseñanza”, que a principios
del siglo XX había erradicado la instrucción del latín de su prototípico
Instituto-Escuela.
Pero parece
olvidarse que en la doctrina y en la práctica jurídica iberoamericana, así como
en la de los países anglosajones, francófonos y de los de lengua alemana entre
otros, para cuyos habitantes el latín resulta considerablemente más difícil, se
usan las locuciones latinas con profusión, las cuales se podrían considerar
insustituibles, no sólo por razones históricas.
Tal vez por ser
una lengua clásica se considera inútil y por ello que se ha de eliminar,
incluso hasta en la Universidad, pero en Oxford, el discurso con que el rector
inaugura el curso se hace en latín, siendo que esta Universidad junto con la de
Cambridge, son las únicas universidades del continente europeo que no se han
dejado llevar por el proceso de Bolonia o “Espacio Europeo de Educación
Superior” que se ha aplicado en países como España y ha influido en las
carreras universitarias, incluyendo la de Derecho.
En el uso diario
de nuestro idioma (español o castellano), hasta del mundano, popular o
callejero, utiliza ampliamente los latinismos y locuciones latinas, todo ello
sin contar que muchísimas de nuestras palabras derivan del latín, por ello, más
que un problema de usar ciertas frases o palabras en latín, pareciera más
relevante que la claridad y comprensión de los textos jurídicos, sentencias,
leyes, entre otros, dentro de un régimen democrático emplee un lenguaje claro,
fácil y comprensible, sin que ello implique el no recurrir al latín ni una sola
vez.
Esto sería como
proponer que en los nombres científicos usados en las ciencias naturales
también abandone el latín y el griego y se traduzcan estos solamente al
español, siendo que ello dificulta la comunicación internacional, lo cual es
aplicable también en el ámbito jurídico.
Tal vez debamos
recordar que los ingleses, obligados a abandonar el latín en los templos desde
la revolución protestante en el siglo XVI, lo mantienen abundante en
tribunales, procedimientos y sentencias. Además, esto solamente traerá el
empobrecimiento de nuestra cultura, en la que pareciera quererse que se
produzca el abandono de los clásicos en pro de un “progresismo analfabeto”.
Lo más
paradójico es que sean los representantes de los órganos y entes judiciales de
23 países los que pretendan modificar un “desastre” que de existir, se ha
creado por ellos mismos con el uso del latín y del lenguaje común, para
supuestamente mejorar el contenido de las sentencias, lo cual es una premisa
totalmente falsa.
Pareciera más
bien que quisieran librarse de la responsabilidad que ellos tienen en la
complejidad, enredo o confusión que se pueda producir con el lenguaje, y tratar
de endilgársela a los demás por no saber latín, por lo que en sacrificio de un
bienestar superior ante el uso de un lenguaje “sumamente técnico”, eliminarán
los llamados latinazgos para que haya una mayor comprensión.
La
responsabilidad en todo caso es de todos los participantes y profesionales del
sistema jurídico al haber generado un lenguaje forense que pareciera carecer de
un fin social útil, sobre todo para los usuarios del sistema de justicia,
cuando emplean expresiones en las decisiones judiciales o escritos y
diligencias que se presentan en los juicios, con extensos párrafos y oraciones
que muchas veces son innecesarios, con uso incorrecto de los signos de
puntuación, el uso y abuso del hipérbaton, el uso incorrecto del gerundio, del
concepto y significado de las palabas, entre otras, pareciendo que para ser un
mejor abogado o juez debe hacerse ver sumamente complejo lo sencillo, como para
de esa manera justificar el cobro de los honorarios profesionales o alcanzar
mayor prestigio como juzgador.
De esta manera,
se emplea una vocabulario incomprensible para cualquier persona, mucho más si
es ajeno al mundo del derecho y su jerga especializada, pudiéndose entender que
los estudiantes han de aprender un idioma técnico nuevo y desconocido para
ellos hasta ese momento, para así poder entender al foro jurídico, los libros
de derecho, las sentencias, las ponencias a las que asisten, entre otros,
cuando inician el estudio de la carrera.
Si un juez,
abogado, jurista, expositor de un foro, escribe y se expresa de esta manera,
podríamos preguntarnos a quién se dirige o escribe, debe estar muy seguro de quién
o quiénes son los receptores, siendo que en el caso de las sentencias el juez
no se debe dirigir a los abogados litigantes en juicio, sino a las partes legas
que intervienen en él y a los que está realmente dirigida la decisión y sus
efectos, los que poseen el verdadero interés y están en una controversia
haciendo una solicitud, dirimiendo un conflicto, ejerciendo o exigiendo un
derecho, los cuales usualmente y en su mayoría no son abogados, por lo que a
ellos y para ellos es que se debe emplear el lenguaje, inclusive con
expresiones en latín que sean de uso común o les sean explicadas en el texto de
manera expresa o por su contexto.
Los jueces como
administradores de justicia, los abogados como defensores y asesores de sus
clientes, son escogidos no solamente por su sapiencia, habilidad, fama,
conexiones y otros factores, para el ejercicio de la función pública o el
ejercicio de la profesión, sino para que en su actuar cumplan con el fin último
que es la obtención de la justicia.
Esto no
significa que deban estar exentos de cometer errores o que sean infalibles en
el uso del lenguaje, ya que no somos perfectos y todos podemos mejorar en el
empelo del idioma de manera permanente, pero en el caso particular de los
jueces, estos que deben dictar sentencias, autos y decisiones fundadas en
derecho, han de tratar que sean efectuadas de manera clara y sencilla,
comprensible para el justiciable, a quien y por quien se debe el sistema de
justicia.
Así, al tener en
claro que el juzgador no escribe y toma las decisiones para el abogado sino
para las partes del juicio, su vocabulario será más sencillo, sin que ello no
implique que en algunos casos haga falta la intervención del profesional de
derecho que representa a alguna de las partes para que le explique y aclare algunas
cuestiones técnicas, como la interpretación y forma de aplicación de una norma
jurídica, fundamentos legales, entre otros, pero la sentencia, debe ser
comprendida en su mayor parte sin la necesidad de un “intérprete o traductor”
de un idioma desconocido e incomprensible en su totalidad, mucho más si se
trata de una resolución que implique la privación de la libertad.
Por ello, el
problema que radica en estas decisiones judiciales va más allá de un uso del
latín, sino del mal empleo del lenguaje de maneara que se haga inasequible a
los que acuden pidiendo justicia y a los que se debe la existencia del sistema
de justicia.
Al entender lo
anterior, podremos evitar luego llegar también al absurdo de decir que como la
poesía, que está dirigida en principio a todas las personas y no solamente a
unas en particular como las partes de un juicio, debe evitarse y prohibirse a
los poetas escribir de manera que podría considerarse incomprensible, como
podría ser el caso del poeta Mario Benedetti y su poema “Corazón coraza”, que
dice:
Porque
te tengo y no
porque
te pienso
porque
la noche está de ojos abiertos
porque
la noche pasa y digo amor
porque
has venido a recoger tu imagen
y
eres mejor que todas tus imágenes
porque
eres linda desde el pie hasta el alma
porque
eres buena desde el alma a mí
porque
te escondes dulce en el orgullo
pequeña
y dulce
corazón
coraza
porque
eres mía
porque
no eres mía
porque
te miro y muero
y
peor que muero
si
no te miro amor
si
no te miro
porque
tú siempre existes dondequiera
pero
existes mejor donde te quiero
porque
tu boca es sangre
y
tienes frío
tengo
que amarte amor
tengo
que amarte
aunque
esta herida duela como dos
aunque
te busque y no te encuentre
y
aunque
la
noche pase y yo te tenga
y
no.
De igual
manera podríamos decir que se debe prohibir escribir o crear obras poéticas o
musicales en latín y de esa manera hacer desaparecer lo que se consideraría
como algo incomprensible y deleznable, como pudiese ser el caso de “Carmina Burana”, colección de
cantos goliardos de los siglos XII y XIII reunidos en el manuscrito encontrado
en Benediktbeuern (Alemania) en el siglo XIX, al tomar en cuenta que Cármina
burana significa, en latín, Canciones de Beuern; Carmĕn es poema,
canto o cántico y burana es el adjetivo gentilicio que
indica la procedencia: de Bura (el nombre latino del pueblo alemán de
Benediktbeuern) y todos los poemas se encuentran escritos en latín vulgar.
Siendo que de estos poemas derivó la cantata escénica del siglo XX del mismo
nombre compuesta por Carl Orff.
Todo
lo anterior demuestra el absurdo que es querer prohibir el uso de palabras o
frases en latín del mundo jurídico, tratando de achacarle la responsabilidad y
culpa de algo que no les es propio a estas frases sino de los seres humanos
encargados de utilizarlas y que las emplean de manera equivocada, la solución
no es eliminar su empleo sino hacerlo de la manera adecuada.
Para
finalizar citamos una parte del artículo “El latín sigue vivo” de Jon Fernández
[3], que ejemplifica perfectamente lo que hemos querido señalar, indicando que:
“Seguro que, a priori, muy poca gente
levantaría la mano motu proprio ante la pregunta de si alguien sabe latín.
Pero, de facto, todo quisqui utiliza el latín a diario, sin darse
cuenta. No es ningún rara avis ni ningún esnob quien en sus
conversaciones habituales menciona palabras y locuciones latinas como spa,
referéndum, ultimátum, álbum, campus, júnior, currículum vitae, dúplex, sui
generis, tiquismiquis o, incluso, etcétera. La lista podría seguir ad
infinítum y se podría alargar in sécula seculórum. Pero seguro
que, a no ser que se quede in albis, no necesita ayuda ni de su alter
ego ni del sursuncorda para entender todas y cada una de las
palabras que acaba de leer en estas líneas. Aunque sea, en realidad, un totum
revolutum de latín y castellano, y usted no haya estudiado mucho más latín
que aquel ya lejano rosa, rosae.
Pues eso, que sin ser doctores honoris causa ni
haber sacado notas cum laude, todos sabemos, o por lo menos manejamos
con cierta soltura, el latín. Esa lengua tan antigua que, sin embargo, aún
respira entre nosotros. Tanto el lenguaje culto como el popular contienen una
gran cantidad de latinismos. Algunos han mantenido su significado original,
como el famoso carpe diem (aprovecha el día o el momento) y otros han
recibido nuevas connotaciones, como en el caso de versus. Originalmente
quiere decir hacia en latín, pero los ingleses le dieron el significado de
contrariedad, y lo hemos recibido con su nueva connotación de la mano del
inglés” (Negrillas del documento
original).
De esta manera, creo que podemos decir que el latín no está
caduco ni muerto, sino vivito y coleando.
NOTAS
*
Universidad Central de Venezuela, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas,
Escuela de Derecho, abogado (14/366). Doctor en Ciencias Mención Derecho; Especializaciones en Derecho Procesal y
Derecho Internacional Económico y de la Integración; Ex Auxiliar de
Investigación Docente, Ex Profesor contratado de Derecho Administrativo e
Introducción al Derecho, profesor de Derecho de Obligaciones (pregrado);
Profesor en la Especialización de Derechos Humanos (postgrado). Universidad
Alejandro de Humboldt, Facultad de Ciencias Económica y Sociales, Ex Profesor de Sistemas de Cobros y
Pagos Internacionales. Instituto Venezolano de Derecho Procesal, Miembro
y Bibliotecario Suplente. Autor de diversos estudios en revistas
especializadas. Conferencista en diferentes eventos. Tribunal Supremo de
Justicia, Abogado Auxiliar II. sfernandez_edu@yahoo.com.
[1]
Aforismo latino que se puede traducir por "sumo derecho, suma
injusticia", "a mayor justicia, mayor daño" o "suma
justicia, suma injusticia", en el sentido de que la aplicación de la ley
al pie de la letra a veces puede convertirse en la mayor forma de injusticia,
tratándose de una cita original de la obra De officis de Cicerón y fue
usada después por otros muchos autores pues se hizo proverbial.
[2]
Los países miembros son Andorra, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa
Rica, Cuba, Dominicana, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, Honduras,
México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Portugal, Puerto Rico, República
Dominicana, Uruguay y Venezuela.
[3]
Vid. http://www.lavanguardia.com/estilos-de-vida/20141017/54417114923/el-latin-sigue-vivo.html,
consultado el 26 de abril de 2016.