Emilio Spósito Contreras
DOÑA BÁRBARA REDIVIVA Y EL SONAR DE LAS TROMPETAS
–¿Muertos? A todos los que salen desde el Uribante hasta
el Orinoco y desde el Apure hasta el Meta, les conozco sus pelos y señales.
Rómulo Gallegos, Doña Bárbara, I, VII, §4
El
fantasma de Doña Bárbara recorre el país.
Ramón Piñango,
@rapinango,
15 de junio de 2016
A
diferencia de los vivos, a quienes los bárbaros pueden robar, perseguir,
exilar, encarcelar, torturar o, finalmente, asesinar; los muertos, por más que
sus tumbas sean despreciadas y sus huesos pisoteados y esparcidos por el suelo,
ya han trascendido y no pueden ser tocados por la maldad de este mundo.
Por
ello, son de distinta naturaleza el reclamo de personajes hace tiempo
fallecidos pero traídos al presente por la barbarie, del anónimo reclamo del
turista robado, del niño enfermo sin medicinas, de la madre que hace la fila
para comprar alimentos, del manifestante violentamente reprimido o del detenido
vilmente torturado.
La
casi simultánea comisión del delito de profanación (artículo 171 del Código
Penal venezolano) de las tumbas de los muy conocidos y estimados ex presidentes
de la República –el escritor Rómulo Gallegos (1884-1969) y el general Isaías
Medina Angarita (1897-1953), en el Cementerio General del Sur de Caracas, Monumento
Histórico Nacional y quizás el principal camposanto de Venezuela–, suena como
trompetas ante la opinión pública estupefacta.
Gallegos
y Medina en vida estuvieron políticamente enfrentados: el primero, representante
de la agitada oposición al gomecismo, ha sido el máximo exponente en Venezuela
del gobierno de los sabios o intelectuales –Gallegos, es el autor de la célebre
novela Doña Bárbara–; el segundo, heredero de la hegemonía andina, supo, sin
embargo, dar pasos firmes hacia la modernización del país y la apertura
democrática –Medina fue el iniciador de la transformación progresiva del medio
físico venezolano con las construcciones de íconos tales como la Urbanización
El Silencio y la Ciudad Universitaria de Caracas.
A
pesar de la distancia entre los ex presidentes Gallegos y Medina, el sentido
trágico venezolano los aúna: ambos fueron depuestos por sendos golpes
militares, lo cual los convirtió –lo mismo que al Dr. José María Vargas– en símbolos
de la civilidad siendo víctima de la barbarie, de lo que pudo o debió ser y, no
obstante, fatalmente fue truncado por la fuerza bruta.
Hoy
necesitamos de voces elocuentes para denunciar la barbarie, como las de un Jorge
Luis Borges o un Arturo Uslar Pietri –quien precisamente fue conspicuo ministro
de Isaías Medina Angarita–, para hablar por los vivos sin voz y los muertos
mudos; pero las profanaciones de los mausoleos de Gallegos y Medina, tienen el
efecto de levantar a sus ocupantes e interpelarnos, claro y fuerte.
Los
impecables ejemplos de virtud de Gallegos y Medina, resultan hoy modelos,
paradigmas que, contrastados con la realidad actual, terminan por avergonzarnos
dado el estado de deterioro general del país. Ojalá invocarlos nos sirva para
tomar conciencia de nuestra situación, así como las acciones necesarias para
remediarla.
Narra
Víctor Giménez Morote en sus Cuentos y Leyendas del Nepal (“Érase una
vez”. Biblioteca de Cuentos Maravillosos, 98. José J. de Olañeta, Editor. 2ª
edición. Barcelona 2001), que durante la tiranía del guerrero kirati llamado Patkwo,
en la ciudad de Patán, un niño siguiendo las instrucciones de Sakyamuni (Buda),
invocó el espíritu de los muertos que “salieron del suelo”, y “como
un enjambre”, “entraron en la fortaleza [de Patkwo] atacando con
furia a todos los que encontraban a su paso” (Op. cit., p. 34).
A
partir de tal relato, a propósito de nuestro tiempo y el respeto debido a los
despojos y memoria de nuestros antepasados, téngase en cuenta como enseñanza
que:
Patkwo y sus guerreros fueron cogidos por sorpresa y
no recibieron ninguna ayuda. Sus armas de guerra no servían contra los
fantasmas. Corrían de un lugar a otro hasta que agonizaban, ya que nadie podía
sobrevivir al ataque de siete fantasmas a la vez… (Ibidem).
NOTA