jueves, 30 de junio de 2016

Caracas


Caracas

De la trompa de la danta
fue sembrada en el vergel,
la semilla de una planta
destinada a florecer.

Poco a poco y con sangre
fue regada hasta crecer,
y ser cuna de Francisco,
Andrés, Simón y Samuel.

Una noche, tras la lluvia,
como un gran hongo emergió,
y de villa, sucia y fea,
en ciudad se convirtió.

La llamaron primavera, paraíso…
desconociendo que en el fondo,
formó un hueco, una cueva,
que la hace estremecer.

Es la casa de una bruja
caprichosa, fiera, hostil…
que en las tardes se divierte
conjurando febrero o abril.

Emilio Spósito Contreras

jueves, 16 de junio de 2016

Política y literatura


Emilio Spósito Contreras

DOÑA BÁRBARA REDIVIVA Y EL SONAR DE LAS TROMPETAS

–¿Muertos? A todos los que salen desde el Uribante hasta el Orinoco y desde el Apure hasta el Meta, les conozco sus pelos y señales.
Rómulo Gallegos, Doña Bárbara, I, VII, §4

El fantasma de Doña Bárbara recorre el país.
Ramón Piñango,
@rapinango, 15 de junio de 2016

A diferencia de los vivos, a quienes los bárbaros pueden robar, perseguir, exilar, encarcelar, torturar o, finalmente, asesinar; los muertos, por más que sus tumbas sean despreciadas y sus huesos pisoteados y esparcidos por el suelo, ya han trascendido y no pueden ser tocados por la maldad de este mundo.
Por ello, son de distinta naturaleza el reclamo de personajes hace tiempo fallecidos pero traídos al presente por la barbarie, del anónimo reclamo del turista robado, del niño enfermo sin medicinas, de la madre que hace la fila para comprar alimentos, del manifestante violentamente reprimido o del detenido vilmente torturado.
La casi simultánea comisión del delito de profanación (artículo 171 del Código Penal venezolano) de las tumbas de los muy conocidos y estimados ex presidentes de la República –el escritor Rómulo Gallegos (1884-1969) y el general Isaías Medina Angarita (1897-1953), en el Cementerio General del Sur de Caracas, Monumento Histórico Nacional y quizás el principal camposanto de Venezuela–, suena como trompetas ante la opinión pública estupefacta.
Gallegos y Medina en vida estuvieron políticamente enfrentados: el primero, representante de la agitada oposición al gomecismo, ha sido el máximo exponente en Venezuela del gobierno de los sabios o intelectuales –Gallegos, es el autor de la célebre novela Doña Bárbara–; el segundo, heredero de la hegemonía andina, supo, sin embargo, dar pasos firmes hacia la modernización del país y la apertura democrática –Medina fue el iniciador de la transformación progresiva del medio físico venezolano con las construcciones de íconos tales como la Urbanización El Silencio y la Ciudad Universitaria de Caracas.
A pesar de la distancia entre los ex presidentes Gallegos y Medina, el sentido trágico venezolano los aúna: ambos fueron depuestos por sendos golpes militares, lo cual los convirtió –lo mismo que al Dr. José María Vargas– en símbolos de la civilidad siendo víctima de la barbarie, de lo que pudo o debió ser y, no obstante, fatalmente fue truncado por la fuerza bruta.
Hoy necesitamos de voces elocuentes para denunciar la barbarie, como las de un Jorge Luis Borges o un Arturo Uslar Pietri –quien precisamente fue conspicuo ministro de Isaías Medina Angarita–, para hablar por los vivos sin voz y los muertos mudos; pero las profanaciones de los mausoleos de Gallegos y Medina, tienen el efecto de levantar a sus ocupantes e interpelarnos, claro y fuerte.
Los impecables ejemplos de virtud de Gallegos y Medina, resultan hoy modelos, paradigmas que, contrastados con la realidad actual, terminan por avergonzarnos dado el estado de deterioro general del país. Ojalá invocarlos nos sirva para tomar conciencia de nuestra situación, así como las acciones necesarias para remediarla.
Narra Víctor Giménez Morote en sus Cuentos y Leyendas del Nepal (“Érase una vez”. Biblioteca de Cuentos Maravillosos, 98. José J. de Olañeta, Editor. 2ª edición. Barcelona 2001), que durante la tiranía del guerrero kirati llamado Patkwo, en la ciudad de Patán, un niño siguiendo las instrucciones de Sakyamuni (Buda), invocó el espíritu de los muertos que “salieron del suelo”, y “como un enjambre”, “entraron en la fortaleza [de Patkwo] atacando con furia a todos los que encontraban a su paso” (Op. cit., p. 34).
A partir de tal relato, a propósito de nuestro tiempo y el respeto debido a los despojos y memoria de nuestros antepasados, téngase en cuenta como enseñanza que:
Patkwo y sus guerreros fueron cogidos por sorpresa y no recibieron ninguna ayuda. Sus armas de guerra no servían contra los fantasmas. Corrían de un lugar a otro hasta que agonizaban, ya que nadie podía sobrevivir al ataque de siete fantasmas a la vez… (Ibidem).

NOTA


En otras oportunidades, se ha tocado el tema de la violencia en Venezuela, vid. CASTRO URDANETA, Jorge, Heraldos de desintegración. En http://vltimaratio.blogspot.com/2015/05/heraldos-de-desintegracion.html; y el leitmotiv de la lucha entre civilización y barbarie, vid. SPÓSITO CONTRERAS, Emilio, Crisis y tragedia latinoamericana: Comentarios sobre política y literatura. En http://vltimaratio.blogspot.com/2015/01/politica-y-literatura.html.