“Orden, unidad y aguantar”
Por:
Jorge
Octaviano Castro Urdaneta*
En ese informe hay una frase que es
maravillosa porque es la mejor definición del régimen. Dice Carrero: "¿Qué
es lo que tiene que hacer su Excelencia?", y pone, dos puntos:
"Orden, unidad y aguantar". Y a mí me parece todo perfecto, sobre
todo el verbo final "aguantar". Javier Tusell.
Toda pretensión de contextualizar y pretender
ofrecer reflexiones objetivas sobre situaciones extremas, es condicionada por la
situación del sujeto objeto del infortunio que lo arropa o afecta.
Así, el agente policial
que informa que en una acción represiva para el resguardo del orden público se
contabilizaron tres bajas en un enfrentamiento, expone desde sus intereses –por
las eventuales consecuencias de sus acciones–, en ese caso es cierto que
existen tres muertos, objetivamente se le arrebató la vida a tres personas, pero en ese
relato falta algo, ese mismo hecho contado desde la perspectiva del grupo cercano
a los afectados, puede evidenciar un ajusticiamiento o el uso debido de la
fuerza ante ataques de antisociales.
En política igualmente,
la justificación de las decisiones tiene mucho de aparente objetividad, pero al
igual que en el caso del policía, es en los detalles de las circunstancias que
envuelven determinada acción o reacción, donde encontramos los elementos
necesarios para establecer la eficacia y justificación de las mismas, su
moralidad o conformidad a derecho.
En general, cuando se
hace mención al ejercicio del poder entendido como la “capacidad de un sujeto
para influir, condicionar, determinar el comportamiento de otro sujeto”, y
particularmente, en lo que se refiere al resguardo de la titularidad de esa
capacidad, es cuando se entiende en palabras de Bobbio,
como “el hombre político maquiavélico” que ejerce la fuerza del poder
por el poder mismo, convierte la política en una relación amigo-enemigo, cuya
función primordial es “aunar y defender a los amigos y de dispersar y combatir
a los enemigos”, lo que se traduce en la máxima “vita mea tua morte” (Bobbio, Norberto.
Teoría General de la Política.
Trotta, Madrid, 2005, pp. 186-188 y 755).
En ese contexto, es
importante recordar experiencias históricas sobre los medios para mantenerse en
el poder, que ilustran el alcance de esas pretensiones, un ejemplo
contemporáneo puede encontrase en la España de Franco,
particularmente con la actuación del Almirante Luis
Carrero Blanco.
Carrero
Blanco fue oriundo de Santoña
(Cantabria), llegó a la cúspide de la dictadura franquista, no por méritos
militares en batalla y sí por su habilidad para conseguir apartar a todos
aquellos que estorbaban a su ascenso, además de una servil exaltación de Franco: "Caudillo, Monarca,
Príncipe y Señor de los Ejércitos" y sobre todo una claridad absoluta en
cómo mantener al gobierno en el poder. Para esto último, su fórmula se resume
en la frase “Orden, unidad y aguantar”:
“…‘Orden, unidad y
aguantar’ frente a los enemigos externos y ‘buena acción policial para prevenir
cualquier subversión’ interna. En un discurso ante el Estado Mayor en abril de
1968, advirtió ‘que nadie, ni desde fuera ni desde dentro, abrigue la más
mínima esperanza de poder alterar en ningún aspecto el sistema institucional, porque aunque el pueblo no lo
toleraría nunca, quedan en último extremo las fuerzas armadas’…” (Casanova, Julián. Cuarenta
Aniversario del asesinato de Carrero Balnco. El guardián del orden de Franco.
En su vida política y en su relación con el dictador, Carrero Blanco se inventó
su personaje, consultado el 10 de diciembre de 2018, en: https://elpais.com/diario/2003/12/14/domingo/1071377556_850215.html).
Un pensamiento si se quiere atemporal
para el ejercicio totalitario del poder, que comporta que es “moral y lícito”
imponerse por el terror, si este se fundamenta en la justa causa de continuar
en el poder y evitar un mal mayor; el que sea, desde el avance del terrible comunismo
o al triunfo del vil capitalismo, alzando las banderas de la igualdad o la
segregación, afirmándose liberal o conservador; lo importante es fijar un
enemigo verdadero o ficticio con el cual se debe luchar incansablemente todos los días, ya que
no es posible derrotarlo de forma inmediata sino tan sólo contenerle.
En esa contención se debe ir la vida de
toda la sociedad, el hambre, la miseria, los trabajos forzados, la guerra, el genocidio,
es poco sacrificio cuando la lucha es por ideales; cuáles, los que sean
necesarios sostener y permitan reafirmar la lucha contra el enemigo, que no es
otra cosa que la encarnación del mal, cuya existencia y negatividad no es
posible cuestionar, sin convertirse en el cíclope que lucha contra héroe que
detenta el poder, que por lo demás está predestinado (él o sus herederos) en
algún momento a salir triunfante.
Los ejemplos de sacrificios son
capitales, la idealización del martirio debe tener un efecto ejemplarizante y
multiplicador; como llorar la muerte de un hijo si se tiene presente el asedio
al Alcázar de Toledo. En un episodio que “raya en el mito”, se relata:
“Dos días después de haberse declarado
el estado de Guerra desde una plaza numantina, sonó el teléfono en la
centralita del Alcázar; la llamada más controvertida de la historia de España.
El jefe de las milicias de Toledo, Cándido
Cabello, pidió hablar con el coronel Moscardó:
·
Jefe de
Milicias: Son Uds. responsables de los crímenes
y de todo lo que está ocurriendo en Toledo, y le doy un plazo de diez minutos
para que rinda el Alcázar, y de no hacerlo fusilaré a su hijo Luis que lo tengo
aquí a mi lado.
·
Coronel
Moscardó: ¡Lo creo!
·
Jefe de
milicias: Y para que veas que es verdad, ahora
se pone al aparato.
·
Luis Moscardó
Guzmán: ¡Papá!
·
Coronel
Moscardó: ¿Qué hay, hijo mío?
·
Luis Moscardó
Guzmán: Nada, que dicen que me van a fusilar
si el Alcázar no se rinde, pero no te preocupes por mí.
·
Coronel
Moscardó: Si es cierto encomienda tu alma a
Dios, da un viva a Cristo Rey y a España y serás un héroe que muere por ella.
¡Adiós, hijo mío, un beso muy fuerte!
·
Luis Moscardó
Guzmán: ¡Adiós, papá, un beso muy fuerte!
·
Vuelve a coger el aparato Cándido
Cabello.
·
Coronel
Moscardó: Puede ahorrarse el plazo que me ha
dado y fusilar a mi hijo, el Alcázar no se rendirá jamás.
Recogida en 'El
Alcázar de Toledo. Final de una polémica' de Alfonso Bullón de Mendoza y Luis Eugenio Togores.
A Luis Moscardó no le fusilarían en los
diez minutos siguientes, ni diez horas después. Lo harían el 23 de agosto junto
a una saca de otros sesenta presos de Toledo. La conversación, la heroicidad de
Moscardó y la vileza de los
milicianos se convirtieron en uno de los hitos del bando nacional” (Martín Alarcón, Julio. Sin
novedad en el Alcázar de Toledo: la victoria que hizo dictador a Franco.
Consultado el 10 de enero de 2018, en la página web: http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2016/09/27/57e919e9ca4741352d8b4637.html).
Así, en el conflicto por el poder,
aquellos alienados por el discurso –desde la posición hegemónica o la
subversión– se enorgullecerán por los sacrificios sufridos,
conmemorarán la muerte de sus seres queridos y exigirán la solidaridad en las
inmolaciones; los timoratos llorarán al margen y en silencio sus pérdidas
materiales y espirituales; y finalmente, los irreverentes sentirán todo el peso
del martillo del poder, que golpe a golpe querrá moldearlos o resquebrajarlos.
En ese contexto, todos los grupos bien
sea en el marco de la lucha violenta o en la opción reformista dentro del
sistema (Bobbio), parecen optar –en
palabras del Almirante Luis Carrero Blanco– por aguantar; respecto a lo cual, siempre hay que tener
presente, que sólo luego de las inmensas presiones en una forja es posible
templar el acero, que en definitiva es el paso previo para convertir el basto
metal en una fría arma mortal, tan útil para castrar un pueblo como para
degollar a quienes detentan el poder, de lo primero dan fe la familia de Kim Il-sung en Corea del Norte, de lo último Nicolae y Elena Ceaușescu.
En los conflictos sociales todos los
bandos exigen orden y unidad, queda saber cuánto y quiénes aguantarán…
*Abogado egresado de la U.C.A.B., Especialista en Derecho Administrativo U.C.V.
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