Alfred Kubin
LA OTRA PARTE:
Una novela fantástica
De la traducción
de Juan José del Solar.
Perla, capítulo
III, La vida cotidiana, IX.
(…) Vagar las noches
por las calles de Perla era una auténtica tortura. Las personas hipersensibles
veían abrirse ante ellos abismos espeluznantes. Quejas y gemidos de todo tipo
surgían de las ventanas enrejadas y de los sótanos. Tras las puertas
semiabiertas se oían gritos sofocados que hacían pensar involuntariamente en
estrangulaciones y crímenes de toda especie. Siempre que, con paso temeroso, me
dirigía a casa escuchaba detrás de mí cientos… no, más bien miles de carcajadas
y voces burlonas. Los portones de las casas abrían sus enormes fauces ante el
apresurado transeúnte, como queriendo devorarlo. Voces invisibles atraían hacia
la orilla del río; la tienda de Blumenstich esbozaba una sonrisa sarcástica; la
lechería simulaba una trampa oculta e insidiosa, y ni siquiera el molino
permanecía tranquilo, sino que parloteaba animadamente toda la noche. Acosado
por el miedo, muchas veces me refugiaba en el Café al regresar a casa. Entretanto,
mi pobre esposa, sola en el piso, también era presa del pánico cuando un
armario rechinaba o un vaso se rompía en mil pedazos. Creía oír palabras
espantosas que surgían de todos los rincones. Más de una vez la encontré a mi
llegada, bañada en un sudor frío, producto de sus pavorosas alucinaciones. Aquellas
noches de insomnio ejercieron un influjo demoledor sobre sus nervios: muy
pronto empezó a ver por todas partes fantasmas y sombras errantes.
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