Teodoro Hampe Martínez*
LA CARTA DE JAMAICA Y LOS AFANES DE LA PATRIA CRIOLLA
(Versión revisada del artículo publicado en el diario
oficial El Peruano,
Lima, 12 de
setiembre 2015, p. 13)
El pasado 6 de setiembre ha llegado
a su bicentenario la Carta de Jamaica, legado fundamental del pensamiento
bolivariano por su indiscutible valor como texto de reflexión y análisis, donde
se expone la más cabal teoría sobre la independencia de Hispanoamérica y su
ulterior desarrollo socio-político. La Carta destaca los altos niveles de
visión política alcanzados por Bolívar, como resultado de su esfuerzo por
situar la lucha independentista de Venezuela dentro de una perspectiva
americana y mundial. Ella resulta en la actualidad un texto imprescindible,
ante la imperiosa convocatoria a la integración latinoamericana y caribeña.
¿Qué es la Carta de Jamaica? Un
documento escrito por Simón Bolívar a los 32 años de edad, respondiendo
supuestamente a un caballero de la isla de Jamaica, sobre el estado en que se
encontraban las colonias españolas del Nuevo Mundo. El profesor Juan Antonio
Calzadilla explica que en Jamaica el Libertador pudo «depurar su visión
geopolítica, su memoria histórica, incluso su gran proyecto de unión de la
América española». La misiva, dirigida al enigmático Mr. Henry Cullen, se
convirtió en pretexto para escribir una de las piezas nucleares del discurso
histórico americano.
Las intrigas de veteranos militares
y políticos en la Nueva Granada habían forzado a Bolívar a marchar al exilio en
la isla de Jamaica. En esta coyuntura, los recientes sucesos de Europa crearon
una situación geopolítica que agravaba el contexto americano; Napoleón
Bonaparte era derrotado en Waterloo, mientras que el rey Fernando VII había
recuperado el trono en España y quería acabar con la insurgencia en las
colonias. Las condiciones generales del proceso emancipador eran muy difíciles y
las personales del Libertador, casi de penuria.
Bolívar se instaló en un puesto del
Imperio británico animado por la idea de convencer a este de su cooperación con
el proyecto de la independencia hispanoamericana. En Kingston vivirá desde mayo
hasta diciembre de 1815, «exiliado y sin tropas», tiempo que dedicó a la
meditación acerca del porvenir de nuestro continente ante la situación política
global. En tierras jamaiquinas escribe diferentes cartas y expone a importantes
personalidades la gesta de los patriotas criollos y su derecho a la
independencia.
Ante un panorama evidentemente
sombrío, el Libertador construye este famoso documento que aún hoy día impacta
por su profundidad y clarividencia. En la Carta de Jamaica, el joven Bolívar
hace un análisis psicológico y sociológico de los americanos del Sur. Y señala
que en este hemisferio habitan unos 16 millones de personas, que luchan por
defender sus atribuciones como ciudadanos.
A lo largo de la misiva, de 17
hojas de extensión, el autor sostiene sin ambages su postura sobre la unión de
las tierras de América, aquellas que al liberarse del coloniaje estarían
llamadas a unirse «en una sola nación». Haciendo frente a la desdicha, apuesta
por el buen suceso de las revoluciones hispanoamericanas, pues se han desatado
ya los vínculos que unían a las colonias con la «madre patria» y se ha logrado
gozar de libertad con las juntas municipales de los años precedentes. En su
opinión, Europa debería haber preparado y coadyuvado al proyecto de la
independencia americana, por ser este un medio legítimo y seguro para adquirir
puestos de comercio ultramarinos.
El documento contiene un parecer
especial y algo negativo acerca del Perú, territorio que se presenta complicado
por encerrar tanto oro como esclavos, dos elementos corruptores de todo régimen
justo y liberal. Además, observa que la aristocracia limeña ha hecho la guerra
a los insurrectos de Quito, Chile y Buenos Aires, lo cual demostraría la poca
voluntad hacia la emancipación que había en este virreinato. Una evaluación
poco grata a la cual se ha opuesto, por cierto, la historiografía
contemporánea.
El historiador venezolano Elías
Pino Iturrieta ha criticado las modernas lecturas que se han hecho de la Carta
de Jamaica, donde se llega a conclusiones que contradicen el propio manuscrito
del Libertador, sin tener en cuenta que fue redactado con un eminente afán
propagandístico. Dicho académico recomienda no ver el texto como si fuera
palabra bíblica y evitar las apreciaciones hiperbólicas de Bolívar. Cuando el Libertador
escribió ese notable manifiesto estaba pasando una mala racha y se fue a la
capital de Jamaica a decir algunas cosas «maravillosas», adecuadas a su
propósito político.
En fin, Bolívar afirma que los
criollos como él «no somos indios ni europeos, sino una especie media entre los
legítimos propietarios del país y los usurpadores españoles», o sea americanos
por nacimiento y con los mismos derechos que los peninsulares. El prócer
caraqueño usó como credencial ser portavoz de esa suerte de clase media, ese
nuevo género humano, a fin de defender el proyecto emancipador y ofrecer
oportunidades a Inglaterra, la nación liberal más poderosa del siglo XIX. Para
hacerse fuertes, decía el Libertador con toda certeza, los colonos
hispanoamericanos requerían los auspicios de una gran potencia que ofreciera su
protección.
* Licenciado
en Historia y en Educación por la Pontificia Universidad Católica del Perú;
Doctor en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid.
Profesor ordinario de la Pontificia Universidad Católica del Perú y de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
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