Historia y Derecho:
Y después de Claudio… ¿Necesariamente
Nerón?
Jorge Castro Urdaneta y Emilio Spósito Contreras*
El principado fue instaurado por Octavio Augusto como una adaptación de la idea de república
a la Roma de principios de nuestra era[1].
Siguiendo a Suetonio, en su
particular obra Vidas de los doce césares, Octavio fue sucedido por su yerno Tiberio[2],
y éste, a su vez, por su nieto[3]
Calígula.
A la tiranía de Calígula,
un monstruo según Suetonio[4],
célebre por excesos de todo tipo, se opuso una conspiración que acabó
con su vida y provocó una crisis que, por accidente, fue resuelta con el
apresurado reconocimiento de su tío Claudio
como emperador[5]. Así,
aquel fue sucedido por éste, quien, a pesar de su reconocida estupidez –Antonia, su madre, cuando quería
referirse a un imbécil, decía: “es más estúpido que mi hijo Claudio”[6]–,
había ejercido dos veces el consulado durante el imperio de su sobrino.[7]
Claudio se casó con Agripina[8],
madre de Nerón, señalada de asesinarlo
con una seta envenenada[9]
para favorecer el ascenso de su hijo, adoptado previamente por aquel.[10]
Nerón, encarnación de lo malo y por ello generalmente aborrecido[11],
a lo largo de los años ha contribuido con su fama al desprestigio de Roma y del
Imperio.[12]
Jorge Castro Urdaneta (j.c.u.): ¿Existirá alguna relación entre el polémico gobierno de Calígula y el advenimiento de Claudio?
Emilio Spósito Contreras (e.s.c.):
Haciendo la advertencia de que Suetonio
no fue un historiador del todo riguroso e imparcial, y por lo tanto creíble en
los términos pretendidamente científicos de la actualidad, a mi juicio resulta
lógico que, de admitirse que un “monstruo” pudiera gobernar, también tendría
que hacerse respecto de un estúpido como Claudio
o de un malvado como Nerón.
Obviamente, salvo por los estúpidos –que lo son aun
cuando duermen–, esta historia, así contada, parece en blanco y negro, y por lo
tanto irreal. No obstante, resulta útil para enseñarnos la importancia de los
atributos de quien gobierna y la necesidad, típicamente romana, de la virtud
como requisito ideal del gobernante. Suetonio,
a pesar del sensacionalismo, parece tener esta lección en mente al escribir su
historia.
Sobre si a la estupidez sigue la maldad o viceversa, la
idea parece acorde con el pensamiento aristotélico y tomista de que hacemos el bien
o el mal según podamos elegir voluntariamente o no. Resulta imposible extraer
bien del mal, y la estupidez humana parece ser uno de los peores males.
e.s.c.: Me parece relevante la figura de Agripina
¿Qué importancia tuvo en los hechos de la historia?
j.c.u.: Claudio, tras la muerte de Calígula, hizo volver a Agripina a Roma, quien no descansó para
acumular poder, lo cual sólo se puede lograr en grados absolutos sumando
enemigos. En la historia de Roma, es claro que Agripina
consiguió su objetivo de encumbrar a su familia en lo más alto del poder, pero
pagó un alto precio por ello, no sólo por la animadversión que su propio hijo Nerón sentía por ella o el ejemplar odio
que le profesaba Popea Sabina –la
esposa del emperador Nerón–, sino
fundamentalmente por la percepción negativa que logró forjar en torno a sí misma
y su familia, trágicamente objeto de todas sus luchas. El ascenso en el poder, para que sea duradero, debe ser el resultado de acuerdos que sumen voluntades, mayores
a las que necesariamente son silenciadas en el proceso; cuando no es así, la
historia demuestra que mientras más arbitrario y absoluto es el ejercicio del
poder, más efímero resulta su legado.
Partiendo de tu respuesta, ciertamente la estupidez puede
con creces superar a la maldad en la política, por el daño efectivo que puede
causar a la sociedad y las instituciones. Debe recordarse que Nerón y Popea
Sabina –su “legado”– decidió ponerle fin a Agripina, primero evitando exponerse a la crítica social (mediante
el envenenamiento o el hundimiento de un barco en el que viajaba), pero al
final abiertamente en la villa de Antium,
lugar donde dio a luz a su asesino, quien bajo el frío acero puso fin a su vida.
Esta historia, sin duda alguna, es una enseñanza vigente para
toda época, sobre las lealtades en el poder y la política.
j.c.u.: En el
contexto de la sucesión del poder en Roma ¿sería justo exculpar a Claudio
por la obra de Agripina?
e.s.c.: Quisiera descartar alguna
referencia estereotipada de Agripina,
en tanto mujer. Aquí los juicios negativos sobre los personajes no discriminan
por razones de sexo. La desmedida influencia de Agripina
y sus efectos, son reprochables a Claudio,
quien no pudo o no quiso ver las consecuencias de la actuación de su mujer.
Aunque la influencia de la familia sobre el gobernante –como
ocurre con cualquier otro– es innegable, debe rescatarse –al menos formalmente–
la separación de la familia del ejercicio del poder: los cónyuges o las parejas
en la república, no son más que otros ciudadanos y su comportamiento e
influencia debe ajustarse a ello.
j.c.u.: ¿Entonces,
sería correcto afirmar que Claudio
habría podido evitar ser sucedido por Nerón?
e.s.c.: La historia es trágica. Parecieran
personajes de una tragedia que, previendo su final, no pueden dejar de
encontrarse con su destino: una figura como Calígula
va camino a su muerte, víctima del tiranicidio; una como Claudio, a la traición de su mujer… Pero
no en todas las tragedias, sobre todo en las griegas, el hombre se conduce
inexorablemente a su perdición. Existe un coro de fondo que advierte de los
peligros y los errores, y el héroe siempre es libre de torcer el destino, al
final.
Claudio fue sucedido por Nerón,
pero según entiendo, al principio de sus gobiernos tanto Calígula como Nerón se mostraron benévolos. Nuevamente, las cosas no son
en blanco y negro. La lógica impone que después de la tormenta venga la calma y
no al revés. En política, además, tendría que existir un sistema de controles y
contrapesos, como se diría modernamente.
e.s.c.: Lo importante para nosotros en la actualidad, es preguntarnos ¿qué
enseñanza podemos extraer de esta historia?
j.c.u.: Es en extremo tentador reafirmar lo que el título de este diálogo
enuncia, la estupidez desemboca en la atrocidad, o en palabras de José Antonio Giacopini Zárraga[13],
que graficaba la evolución histórica como pendular, entre la
democracia onírica y la dictadura desencarnada:
“En
un momento dado son las democracias, llenas de mariposas, de promesas que no se
cumplen y que deterioran progresivamente el principio de autoridad que es
esencial para gobernar. El péndulo se va al otro extremo y se configuran las
dictaduras abusivas, sanguinarias. Entonces el pueblo se cansa de la represión
sostenida y, el péndulo va y viene (…) los gobiernos autoritarios los produce
la historia de manera natural cuando los pueblos los necesitan, porque las
sociedades humanas no resisten por mucho tiempo el caos”.[14]
Sin
embargo, la naturaleza del hombre y las respuestas de las sociedades no son
unívocas, tal como nos enseña la propia historia de Roma; por ejemplo, Anistio Veto, una vez condenado a muerte,
es conminado por su hija a que hiciera heredero al emperador Nerón para impedir la confiscación de
sus bienes, ante lo cual respondió negativamente, ya que no quería “manchar con
un acto último de servidumbre una vida pasada lo más cerca de la libertad”,
pensamiento en extremo estoico que se enlaza con otra anécdota, cuando el “monstruo”
condena a Séneca a muerte y su
única opción es quitarse la vida por su propia mano, antes que por la fuerza; se
reafirma que “el último asilo de la libertad es el respeto de sí mismo (…) una
vez más descubrimos que la libertad es inseparable de la muerte”.[15]
Por ello, una sociedad es capaz de evitar que los imbéciles o los psicópatas fijen o marquen su destino; la posibilidad de evolucionar está condicionada a la existencia de una claridad mínima de lo que se asume como bienes o valores jurídicamente tutelables e irrenunciables, lo que implica un compromiso real de exigirlos e incluso morir por ellos[16]; de lo contrario los pueblos se exponen a ser gobernados por diversos “Calígulas” o por una sucesión de “Claudios”.
Por ello, una sociedad es capaz de evitar que los imbéciles o los psicópatas fijen o marquen su destino; la posibilidad de evolucionar está condicionada a la existencia de una claridad mínima de lo que se asume como bienes o valores jurídicamente tutelables e irrenunciables, lo que implica un compromiso real de exigirlos e incluso morir por ellos[16]; de lo contrario los pueblos se exponen a ser gobernados por diversos “Calígulas” o por una sucesión de “Claudios”.
A modo de conclusión: A simple vista, alguien podría creer que se trata del guion de una
serie para televisión, pero es historia, y nos interesa porque nos toca de
cerca. Bolívar y muchos de sus contemporáneos se sirvieron de los ejemplos
romanos para construir la república. Nosotros podríamos emularlos al menos en
esto.
Cada vez que nos fijamos en la experiencia romana y la
tomamos como propia, la historia nos habla de un renacimiento.
*
Jorge
Castro Urdaneta: Universidad
Católica Andrés Bello, Abogado. Universidad Central de Venezuela,
Especialista en Derecho Administrativo; cursante del Doctorado en Ciencias,
mención Derecho. Emilio Spósito Contreras: Universidad Central de Venezuela, Abogado; Especialista en Derecho Administrativo; cursante del Doctorado en Ciencias, mención Derecho. Profesor Agregado de Derecho Civil I, Personas, de la
Universidad Central de Venezuela y profesor de Orígenes del Derecho y su
Evolución Posterior I de la Universidad Católica Andrés Bello.
[1] SUETONIO, Vidas
de los doce Césares. Augusto, XXVIII.
[4] SUETONIO, Vidas…
Nerón, VII.
[5] SUETONIO, Vidas…
Calígula, LVI y LVIII.
[8] Hablamos de la llamada Agripina la menor, ya que su hermana, conocida
como Agripina la mayor, tras enfrentarse al emperador Tiberio, es desterrada de Roma y
maltratada sus sicarios, suicidándose por inanición.
[9] SUETONIO, Vidas…
Claudio, X.
[10] SUETONIO, Vidas…
Claudio, XLIV.
[11] Además de SUETONIO, condenan a NERÓN autores
como TÁCITO, DIÓN CASIO, TERTULIANO, LACTANCIO y SULPICIO SEVERO.
[13] José Antonio
Giacopini Zárraga (1915-2005), fue un destacado abogado e historiador
especialista en temas militares.
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