miércoles, 29 de marzo de 2017

China en el comercio internacional


Natalia Boza Scotto

LA CONSOLIDACIÓN DE CHINA COMO ACTOR
EN EL COMERCIO INTERNACIONAL:
DOS GRANDES VENTAJAS COMPETITIVAS

Introducción:

En el escenario internacional se realizan múltiples intercambios de bienes y servicios entre países exportadores e importadores [1]. En este contexto destaca, por sus dimensiones, la actuación de China.
Una vez concretado su ingreso en la Organización Mundial del Comercio (OMC) [2] a inicios del siglo XXI, queda obligada a apegarse a la normativa reguladora del mercado que se establece entre países.
En el presente estudio se pretende examinar el impacto producido por su incorporación en la OMC, particularmente en el intercambio de productos tecnológicos, por cuanto constituye un competidor con importantes ventajas frente a los demás exportadores. En este sentido, el análisis se centra en el rol del gigante asiático como exportador de productos tecnológicos, aunque también actúa como importador, verbigracia, de materias primas.
Con tal propósito, se reseña cómo y por qué un país latinoamericano retrasó el ingreso de China a la referida organización internacional. Igualmente, se exponen dos fortalezas que la hacen especialmente competitiva a nivel mundial, así como sus implicaciones para otros exportadores y para los importadores.

Desarrollo:

1. A comienzos del siglo XXI ocurre un evento con implicaciones en el comercio internacional. China ingresa en la OMC en el mes de diciembre de 2001 [3], cuando logra la última aprobación requerida a tal efecto. De todos los países miembros, sólo México faltaba por manifestar su acuerdo. “La principal razón [que tuvo] para oponerse era la situación competitiva de la economía y las características del sistema económico chino, que hacen difícil valuar precios y costos relativos y, por lo tanto, saber realmente a qué tipo y grado de competencia se enfrenta” (De la Calle, 2002, 152-153).
El formar parte de la mencionada organización internacional permite al país asiático ampliarse en el mercado mundial, con lo cual consolida la posición que ya había alcanzado, después de su apertura hacia el exterior. Al respecto, se sostiene: “(…) el ingreso de Beijing a la OMC no ha hecho más que acrecentar el papel de China como la fábrica de bajo costo más importante del mundo” (Quinlan, 2002, 169).

2. China produce para la exportación una amplia gama de mercancías e incluso servicios, destacándose en el ámbito de la tecnología. En el marco de una economía centralizada, el Estado planificador decidió fortalecer el área industrial y tecnológica.
La “estrategia de innovación (…) empezó en los años cincuenta con el apoyo de tecnologías consideradas críticas para la defensa nacional, y (…) en la mitad de los ochenta se reorientó hacia diversos sectores civiles de alta tecnología. (…) actualmente el gasto en investigación y desarrollo (ID) excede el 1% del PIB” (Lora, 2005, 7) [4]. El 120 Plan Quinquenal del país, aprobado en el mes de marzo de 2011 por la Asamblea Popular Nacional de China, todavía contempla entre sus propósitos la mejora de la industria. De tal previsión se desprende la importancia concedida por el gobierno a esta área, para el crecimiento futuro (Myers y Yang, 2012, 2) [5].
El aludido Plan Quinquenal de China “establece un modelo de cambio estructural que contempla el retiro del apoyo de China a la manufactura de bajo valor agregado orientada a la exportación (…). Aunque la innovación sigue siendo un reto, (…) considera la reforma industrial y [el] enfocarse en la producción de valor agregado de alta tecnología como claves para el crecimiento económico y la reestructuración” (Myers y Yang, 2012, 6). El plan prevé la reestructuración de distintas áreas industriales, como fabricación de equipos, construcción naval, automóviles e información electrónica; así como nuevas áreas estratégicas, como tecnología de la información; fabricación de equipos de alta tecnología, como aviones y helicópteros, satélites, sistemas de transporte de alta tecnología, etc.; y automóviles con uso eficiente de energía (Myers y Yang, 2012, 7).

3. La presencia de China en el mercado internacional, ahora con apego a la normativa y exigencias de la OMC, implica el reforzamiento de un importante exportador en productos de alta tecnología; pero, ¿su situación es equiparable a la de otros competidores? China tiene características peculiares, entre las cuales destaca su gigantesca población. Ello, aunado a la ausencia de una estricta legislación protectora de los derechos laborales, le permite contar con menores costos en el trabajo como factor de producción. En efecto, “la abundancia de mano de obra barata es la ventaja más evidente de China para atraer inversión extranjera y exportar manufacturas” (Lora, 2005, 5).
Con respecto a la tasa de participación en el mercado de trabajo, se enfatiza que es una de las más altas del mundo al alcanzar el 83% de una población en edad de trabajar, de 894 millones de personas, para el año 2001, aunado a “la reasignación de la fuerza de trabajo hacia sectores de mayor eficiencia” (Lora, 2005, 5). Asimismo, se refiere la inexistencia de una normativa laboral rigurosa [6] y el aumento del salario promedio, desde 1990, a una tasa similar a la del crecimiento económico [7].

4. Considerando que el trabajo es uno de los factores de producción, y visto que China dispone de mano de obra abundante y barata, puede concluirse que puede fabricar su mercancía –entre ésta, los productos tecnológicos– a un costo menor que otros exportadores, lo cual le permite ofrecerla en el mercado internacional a precios inferiores, más competitivos.
En virtud de tal circunstancia, se afirma que el gigante asiático “combina ahora dos elementos cruciales: bajos costos laborales e incursiones significativas en sectores de alta tecnología, diseño y productividad” (De la Calle, 2002, 154). Ciertamente, se percibe como una amenaza para otros países fabricantes de esta categoría de productos, como se trasluce en asertos como el siguiente: “a raíz de la entrada de China a la Organización Mundial de Comercio (…) se teme que la competencia de productos chinos resulte devastadora para las maquilas de confecciones y para las industrias de equipos electrónicos y muchos otros productos industriales de miles de empresas en toda la América Latina” (Lora, 2005, 2).

Conclusiones

La posición de China en el escenario internacional se consolida a inicios del presente siglo XXI, cuando concreta su ingreso a la OMC y queda comprometida a cumplir con las reglas por ella establecidas y participar con transparencia en el mercado mundial.
En cuanto a su rol de exportador, resaltan sus productos en el área tecnológica, resultado de la planificación estatal en el marco de una economía centralizada. Así, se propuso fabricar mercaderías con gran valor agregado, fortaleciendo especialmente la alta tecnología.
Al elemento anterior, se suma como ventaja competitiva del gigante asiático la posibilidad de ofrecer sus productos a bajos precios como consecuencia de sus menores costos de producción, derivados básicamente del factor trabajo, abundante por su numerosa población y menos oneroso que en otros parajes por las condiciones salariales.
Sobre este último aspecto, es preciso acotar que China forma parte de la Organización Internacional del Trabajo, que promueve para la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, el trabajo decente, cuyos cuatro pilares son la creación de empleo, la protección social, los derechos en el trabajo y el diálogo social [8]. En el Decent Work Country Programme 2016-2020, se declara: “The creation of employment and improving the quality of employment are central to China’s development aspirations” [9] y se identifican como prioridades nacionales, el incremento de la cantidad y calidad del empleo, la promoción y ampliación de la protección social dentro y fuera del lugar de trabajo, así como el fortalecimiento del imperio de la ley y la realización de los principios fundamentales y derechos en el trabajo.

BIBLIOGRAFÍA

Chang, A. y R.J.S. Ross (2002). “De Norte-Sur a Sur-Sur: El verdadero rostro de la competencia global”. En Foreign Affairs en español, Volumen 2, N° 3, Itam, México, pág. 184-190.
De la Calle, L. (2002). “China en la OMC: Espejo para México”. En Foreign Affairs en español, Volumen 2, N° 3, Itam, México, pág. 152-161.
Drauz, R. (2013). “In search of a Chinese internationalization theory: A study of 12 automobile manufacturers”. En Chinese Management Studies, tomo 7, N° 2, Emerald Group Publishing, Limited, Hong Kong, pág. 281-309.
Lora, E. (2005). ¿Debe América Latina temerle a China? Banco Interamericano de Desarrollo, Washington.
Montenegro, C.E., M. Pereira e I. Soloaga (2011). El efecto de China en el comercio internacional de América Latina”. En Estudios de Economía, tomo 38, N° 2, Santiago de Chile, pág. 341-368.
Myers, M. y Z. Yang (2012). “¿Qué significará el 12° de China para las relaciones sino-latinoamericanas?”. Universidad del Pacífico, Centro de Investigación, Lima.
Organización Internacional del Trabajo. China: Decent Work Country Programme 2016-2020. Desarrollado por la Oficina de la OIT para China y Mongolia. En http://www.oit.org/global/topics/decent-work/lang--es/index.htm
Quinlan, J.P. (2002). “Lazos que atan”. En Foreign Affairs en español, Volumen 2, N° 3, Itam, México, pág. 162-171.

NOTAS

[1] En este trabajo se refieren los países como sujetos exportadores o importadores, aunque con frecuencia son empresas –públicas o privadas– las que efectúan dichas actividades.
[2] Es “la única organización internacional que se ocupa de las normas que rigen el comercio entre los países. (…) El objetivo es ayudar a los productores de bienes y servicios, los exportadores y los importadores a llevar adelante sus actividades”. Se establece el 1° de enero de 1995 en Ginebra, Suiza, y actualmente cuenta con 164 países miembros (https://www.wto.org/spanish/thewto_s/whatis_s/whatis_s.
htm). En la página web de la OMC se encuentra el Protocolo de adhesión de China.

[3] “China inició la negociación (…) varios años antes de que ésta existiera como tal, cuando funcionaba como el Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio” (De la Calle, 2002, 157).
[4] “(…) [desde el gobierno chino] han motivado a los centros de investigación públicos a comercializar sus productos de investigación. La innovación es, además, apoyada por políticas que favorecen a los sectores de software y circuitos integrados por medio de fondos de investigación, compras públicas preferenciales y exenciones de impuestos. Este tipo de políticas se aplica tanto en las empresas nacionales como en las extranjeras (…). Los incentivos a la investigación parecen haber producido resultados con creces, pues 60% de los gastos en ID [investigación y desarrollo] son hechos por empresas privadas.
Recientemente la innovación ha sido muy motivada por la creación de estándares de tecnología chinos     –en oposición a los estándares de tecnología globales– lo cual brinda una ventaja competitiva a las empresas chinas, dado que esto representa un obstáculo a la libre entrada de empresas extranjeras en el mercado interno y brinda a las chinas un poder de negociación con los proveedores extranjeros sobre la propiedad intelectual y de tecnología. Esta estrategia ha facilitado el desarrollo de nuevas tecnologías digitales por parte de empresas chinas y taiwanesas” (Lora, 2005, 9-10).
[5] Los objetivos de estos planes permiten identificar “los problemas sociales y económicos que el gobierno chino considera más relevantes para el crecimiento y el desarrollo futuros” (Myers y Yang, 2012, 2).
[6] “En China no existe un código legal semejante [al de los regímenes de América Latina, con un carácter extremadamente protector], porque en el sistema tradicional del ‘tazón de hierro’, las empresas estatales eran responsables de las obligaciones de protección laboral y seguridad social que autónomamente otorgaban a sus trabajadores como mecanismo para mantener la disciplina a cambio de la estabilidad laboral de por vida (beneficios que, por lo demás, eran muy generosos, y permanecen como un problema sin resolver en muchas empresas). Este antiguo sistema ha derivado sin embargo en exigencias de remuneración, beneficios extrasalariales y condiciones de contratación y despido que varían de región a región y que son en parte negociables entre las empresas privadas y las autoridades locales y/o los sindicatos. Por consiguiente, si bien la legislación laboral vigente para la empresa privada es menos proteccionista de las condiciones de empleo y la estabilidad laboral que lo característico en la América Latina, es también mucho menos predecible” (Lora, 2005, 6).
[7] “(…) En 1990 el salario promedio en China era 36 dólares mensuales, lo que implica que desde entonces ha ocurrido un aumento de 9.9% anual, que no difiere mucho de la tasa de crecimiento económico del mismo periodo (9.7%) o del ritmo de aumento de la productividad de los trabajadores en toda la economía (8.5%)” (Lora, 2005, 5).
“En China, el establecimiento de un salario mínimo está descentralizado en extremo. Cualquier ciudad, e incluso un municipio dentro de una ciudad, puede establecer su propio salario mínimo según una fórmula proporcionada por Beijing. Esta fórmula toma en cuenta factores como el costo de la vida en la localidad, el nivel de salario prevaleciente y el índice de la inflación, y se ajusta cada año. En 2001, por ejemplo, la ciudad de Shenzhen (al norte de Hong Kong) tenía dos normas. El interior de la ciudad, el sector comercializado, tenía el salario mínimo más alto de China, equivalente a 72 dólares por mes. Pero el salario en el sector industrial periférico era de sólo 55 dólares por mes” (Chang y Ross, 2002, 187).
[8] En http://www.oit.org/global/topics/decent-work/lang--es/index.htm, consultado el 29 de marzo de 2017.

[9] Organización Internacional del Trabajo. China: Decent Work Country Programme 2016-2020. Desarrollado por la Oficina de la OIT para China y Mongolia. En http://www.oit.org/global/topics/decent-work/lang--es/index.htm, consultado el 29 de marzo de 2017.

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