viernes, 31 de marzo de 2017

Guerras nuevas


Emilio Spósito Contreras

GUERRAS NUEVAS
Y CONCIENCIA DE PAZ EN VENEZUELA

1. Las guerras nuevas

Aquileo: –¡Zeus padre! Grandes son los infortunios que mandas a los hombres. Jamás el Atrida me hubiera suscitado el enojo en el pecho, ni hubiese tenido poder para arrebatarme la joven contra mi voluntad; pero sin duda quería Zeus que muriesen muchos aqueos…
HOMERO, Ilíada, XIX, 25.

Vicenç Fisas, en su importante trabajo Procesos de paz y negociación en conflictos armados, nos recuerda que las guerras ya no son las de antes. Son del pasado aquellas idealizadas luchas entre pueblos o Estados, representados por ejércitos que se enfrentaban en el campo de batalla, observando las reglas del honor y dejando al margen del conflicto a la población civil.
Sobre la guerra histórica, vale recordar, por una parte, a Ernst Jünger (1895-1998) y su célebre obra Tempestades de acero (1920) y, por la otra, a Johan Huizinga (1872-1945) y su artículo Significado político de las ideas caballerescas en el período final de la Edad Media (1921), excelentes expositores de la guerra “a fuego y sangre”, pero convencional.
La cuestión es que, con el advenimiento de la posmodernidad, hoy el Estado puede no ser uno de los actores de la guerra –de hecho puede no existir en el sentido moderno de la expresión Estado–, es decir, la lucha armada dejó de ser internacional, para referirse a las pugnas entre actores infra o supraestatales, como comunidades étnicas o religiosas, por el control de recursos escasos, et cetera.
La población civil –“los ancianos, las mujeres y los niños”–, ya no son víctimas colaterales, “falsos positivos” del conflicto, sino que su destrucción ahora es esencial. Los actores de las nuevas guerras tienen como objetivo deliberado de su actuación masacrar a la población.
Ahora se puede carecer de “ejército” y sólo contar con algunos lobos solitarios, incomunicados y hasta desconocidos del nivel de mando. Pero además, las armas han dejado de ser las de siempre. Por ejemplo, como lo indica Fisas, en el conflicto de Ruanda se alcanzó más de medio millón de fallecidos y la mayoría murió por “arma blanca”, sin que ello tenga ninguna connotación noble o positiva, en el sentido dado por Richard Cohen al arte de Blandir la espada.
Las armas no convencionales tienen su máxima expresión en el uso de aviones comerciales para atacar torres de oficinas particulares en Nueva York, durante el 11 de septiembre de 2001. En esta materia, todo parece valer como arma: el control de los combustibles (gas, gasolina, carbón), la distribución y venta de alimentos o medicinas, la expedición de pasaportes, las decisiones judiciales, entre muchas otras.
Para Fisas, por conflicto armado se entiende:

“…todo enfrentamiento protagonizado por grupos de diversa índole, tales como fuerzas militares regulares o irregulares, grupos armados de oposición, grupos paramilitares o comunidades étnicas o religiosas que, con armas u otros medios de destrucción, y organizados, provocan más de cien victimas en un año a través de actos intencionados, sea cual sea su justificación. La cifra de cien muertes es, por supuesto, un indicador que debe relativizarse en función de otros elementos, como la población total del país y el alcance geográfico del conflicto armado, así como el nivel de destrucción generado y los desplazamientos forzados de población que conlleva” (FISAS, V, Procesos de paz y negociación en conflictos armados, p. 14).

Pero si resulta muy amplia la definición, el autor introduce la noción de “situaciones de tensión” o “conflictos no resueltos”, a fin de indicar aquella situación propicia para que, ante un detonante, estalle un conflicto armado.
En tal sentido, las “situaciones de tensión” son descritas como:

contextos en los que se producen graves situaciones de tensión y polarización social o política, con enfrentamientos entre grupos políticos, étnicos o religiosos, o entre éstos y el Estado, con alteración del funcionamiento ordinario de las instituciones del Estado (golpes de Estado, toques de queda y estados de excepción o emergencia) y con índices significativos de destrucción, miedo, muertos o desplazamientos forzados de población (FISAS, p. 15).

Vicenç Fisas ha sido un estudioso comprometido con la solución del conflicto colombiano, una de las guerras más persistentes del mundo: se considera 1964 como su año de inicio, es decir, hace más de 50 años. Los acuerdos de paz de La Habana entre el gobierno colombiano y las FARC-EP (“Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo”), así como el Premio Nobel de la Paz otorgado al presidente Juan Manuel Santos (2016), para júbilo de la humanidad entera, vislumbran una pronta solución a tantas penurias y desolación.
Este prolegómeno sobre las nuevas guerras, debe causar alarma a cualquier lector familiarizado con la situación de Venezuela, sobre todo de aquellos que han vivido en una ilusión de paz, pensando que la última guerra fue la Federal, entre 1859-1863, o que la postrera batalla campal escenificada en el país fue la de Ciudad Bolívar, en 1903.
Muchos venezolanos a lo largo de los últimos años, han vivido en la holgura y el sosiego productos de la renta petrolera, desdeñando las armas, la milicia y la violencia que se incuba en los sectores más desfavorecidos de nuestra sociedad, a pesar que         –como en su momento lo advirtiera el psiquiatra Francisco Herrera Luque, en su tesis Viajeros de Indias (1977)– tenemos una propensión patológica hacia la violencia.

2. Vientos de guerra en Venezuela

Las particularidades de las nuevas guerras evidenciadas por Fisas, inquietantemente parecen cumplirse a cabalidad en Venezuela:
No hacen falta potencias extranjeras beligerantes para sentirnos amenazados. El 27 de febrero de 1989 y, sobre todo, el 4 de febrero de 1992, constituyeron escenas propias de una guerra en toda regla.
Más aún, el Estado y sus órganos han sido sistemáticos en apuntalar situaciones alusivas a conflicto armado: “golpe de Estado”, “revolución”, “paro golpista”, “comandante”, “patria socialista o muerte”, “magnicidio”, “la espada de Bolívar”, “guerra económica”, “invasión imperialista”, “estado mayor”, milicias, máscaras de calaveras, et cetera.
Por su parte, la cifra mínima de 100 muertes anuales producto de la violencia, aun sin datos oficiales, parecen superarse con creces un fin de semana cualquiera. Las víctimas son todas las familias, los ciudadanos, sin distinción por motivos de raza, credo, militancia política, condición económica o social.
Según Luisa Ortega Díaz, Fiscal General de la República, durante 2016 fueron asesinadas 21.752 personas en Venezuela (cfr. https://www.aporrea.org/ddhh/n306387.html).
Los victimarios son las bandas de delincuentes que operan desde las cárceles, según los más calificados investigadores (verbi gratia, el Observatorio Venezolano de Violencia, dirigido por Roberto Briceño León), amparados a la sombra de la corrupción y la impunidad sistemática; los colectivos armados, el narcotráfico y hasta, excepcionalmente, los cuerpos de seguridad del Estado.
Sobre las armas, Leonardo Da Vinci demostró que la imaginación es el límite. En Venezuela, se ha advertido sobre el uso de la televisión, la instrucción pública, el miedo, el hambre y la inseguridad patrimonial, personal y jurídica, como instrumentos de coerción. Sobre esta última, pocos dudan que la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia se haya convertido en la gran bombarda del gobierno.
A través de las sentencias de los tribunales, se han confiscado bienes, encarcelado enemigos políticos y desmontado la institucionalidad (suspendido y desconocido elecciones, atribuido competencias ajenas o extraordinarias, tergiversado derechos e instituciones tales como la libertad individual, la propiedad, la responsabilidad contractual, las costumbres de las comunidades indígenas, la familia, el matrimonio, la infancia, et cetera), todo, en función de mantener el poder como sea.
Esta guerra, más que comandantes y soldados, cuenta con jueces y abogados.
Por último, hasta tenemos procesos de diálogo para la paz, con mediadores internacionales tan importantes como un nuncio de S. S. el papa Francisco. La poca acogida de éste, nos habla peligrosamente del deseo de guerra de unos y el desdén por la abierta conflagración de otros.

3. Los costos de la guerra

Admitida su disculpa, ordénales dar rehenes, señalándoles plazo para la entrega; donde no, protesta que les hará la guerra a fuego y sangre
CAYO JULIO CÉSAR, Comentarios de las guerras de las Galias. V, 1.

Mediante sentencia número 155 del 28 de marzo de 2017, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia estableció límites a la inmunidad parlamentaria de los diputados de la Asamblea Nacional y extendió las facultades del Presidente de la República para legislar en materia penal militar, a fin de perseguir a diputados supuestamente incursos en traición a la patria.
Al día siguiente, mediante sentencia número 156, la Sala Constitucional asumió las competencias de la Asamblea Nacional. En otras palabras, la suspensión del Poder Legislativo nacional representado por la Asamblea Nacional.
Curioso que ante una supuesta falta de la Asamblea Nacional, le sustituya el Tribunal Supremo de Justicia. Lógico habría sido argumentar que, ante la eventual ausencia del Poder Legislativo nacional, éste fuera sustituido por los Consejos Legislativos estadales o los Concejos municipales los cuales, al menos, son de la misma naturaleza legislativa y de elección popular. Algo así se hizo con éxito en 1810.
Los graves hechos descritos ameritarían más comentarios jurídicos pero, por una parte, resultaría demasiado arduo, pues implicaría subrayar todo el Derecho desde los romanos hasta la Constitución venezolana de 1999 y, por la otra, resultaría evidentemente inútil, pues no parece ser la hora del Derecho.
Resulta más interesante y productivo comentar dos situaciones relacionadas con los referidos acontecimientos:
En primer lugar, debe señalarse que los hechos descritos son la culminación de la reacción del gobierno nacional a las elecciones celebradas el 6 de diciembre de 2015, en las cuales resultaron mayoritariamente electos representantes opositores al gobierno, y sus intentos de revocar el mandato del Presidente de la República, así como la designación de los Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia realizadas in extremis por la legislatura saliente.
En este caso, por “gobierno” debe entenderse, además del Poder Ejecutivo y el Judicial –alineado con el Ejecutivo–, los Poderes Electoral –en el cual al menos tres de sus cinco integrantes fueron designados por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en sustitución de la Asamblea Nacional– y Ciudadano, cuyos miembros fueron designados paralelamente a los actuales Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia. Debe sumarse al gobierno, la Fuerza Armada Nacional, explícitamente política y con amplia presencia en la vida civil.
Es difícil especular si el gobierno pudo responder de manera distinta. Lo cierto es que la medida es coherente con su discurso desde 1998.
Ello trae como resultado la eliminación de la Asamblea Nacional, principal foro político contrario al gobierno, sus personalidades, partidos políticos y sectores de la población –actualmente mayoritario– identificados como de oposición. Es de resaltar que en la particular situación de crisis generalizada, la oposición se asocia a bienestar económico, orden y democracia, más que por mérito propio, por efecto de la imagen negativa que proyecta el propio gobierno.
En segundo lugar, no es difícil prever la respuesta que tendrá que adoptar la oposición, y tarde o temprano el país en general, contra el accionar del gobierno. Con los hechos descritos, se ven afectados no sólo los miembros de la Asamblea Nacional, sino amplios sectores del país que, cada vez más, ven amenazada su forma de vida, relaciones y aspiraciones.
Probablemente, la reacción opositora tendría que dirigirse a visibilizar esos efectos generales, con miras a restablecer la Constitución y ser una opción frente al actual régimen. Tarea nada fácil, pero no por difícil eludible.
Así como en 1812, la dolorosa guerra a muerte de Domingo Monteverde empezó a aglutinar el país en torno a la causa patriota. Medidas tan graves como las tomadas el 29 de marzo de 2017 por el gobierno y las que seguramente vendrán a continuación, tendrán importantes consecuencias. La actuación del gobierno luce muy costosa, e imaginamos que, en definitiva, el precio a pagar es el indicado por la circunstancia.

4. La Historia, el Derecho y la guerra

Alessandro Baricco, en su versión de la Ilíada, específicamente en el texto Otra belleza: Apostilla sobre la guerra, recuerda la centralidad del texto de Homero para la cultura griega –y occidental–, e igualmente, que ésta constituye un monumento a la guerra.
No obstante, Baricco también resalta la conciencia de paz de sus personajes, comenzando por Aquiles, su protagonista; el llamado a la paz de las voces femeninas de la historia (la madre de Héctor, Andrómaca, Helena); la compasión de los griegos por sus enemigos, los troyanos, a quienes dan voz y reconocimiento en el relato patrio; y finalmente, los interminables diálogos, asambleas y discusiones sobre la guerra, pero que terminan por “congelarla”.
Por su parte los romanos, guerreros por excelencia, derivaron de sus instituciones militares instrumentos eficaces para la paz: por una parte los comicios, las magistraturas, el censo, la censura, el tribunado, el imperio; por otra, el ius post liminii, el peculio castrense, la emancipación, la servidumbre, el pretor peregrino.
Pero sobre todo, de la actividad bélica de los romanos surgió el ius gentium, el Derecho de gentes, base del Derecho internacional –aunque mucho más amplio– y los actuales derechos humanos, precisamente los derechos que permanecen a pesar de los tiranos y sus decisiones.

5. Epílogo: La reina de las reglas

decir que el hombre es libre cuando obedece no a los hombres sino a las leyes carece de significado cuando los hombres que gobiernan pueden calificar de leyes a sus propios actos de voluntad.
BERTRAND DE JOUVENEL, Sobre el poder:
Historia natural de su crecimiento, p. 210.

Stephen P. Robbins, en su obra Comportamiento organizacional: Conceptos, controversias y aplicaciones (p. 634), recuerda el caso de la empleada de seguridad de IBM, que tenía instrucciones precisas de impedir el paso a cualquiera que no estuviera identificado como autorizado para ingresar al sector que celosamente custodiaba.
Un día, el poderoso Thomas Watson Jr., Presidente de IBM, acompañado del gran número de personas que solían seguirle, se dirigió a la puerta que vigilaba la humilde empleada, sin llevar la identificación color verde que habilitaba para trasponer su puerta.
La empleada le prohibió el paso indicando:
–Usted no puede entrar, la entrada está prohibida.
Del grupo de espantados acompañantes surgieron reproches:
–¿Sabe usted a quién se dirige?
–¡La despedirán!
Se cuenta que la empleada había reconocido a su jefe y, aún así, tuvo el coraje de replicar:
–No importa quién sea usted, debe obedecer las reglas…
Thomas Watson Jr. impuso silencio a sus seguidores y le dio la razón a su empleada, sentenciando:
–En IBM, no importa quién sea usted, debe obedecer las reglas.
Esta especie de “mito de origen”, desde la más alta dirección de la organización, fijó una regla fundamental para ser transmitida a los empleados y cumplida por todos. Las bondades de una regla como esa, son fáciles de intuir.
Resaltando lo dicho a partir del contraste, cabría preguntarnos: ¿Qué habría pasado con IBM y sus trabajadores, si su alta dirección no daba el ejemplo y se castigaba injustamente a la empleada por ser garante del cumplimiento de las reglas?
En el mes de marzo, trascendió la noticia de que la Fiscal General de la República, pidió la destitución y privación de libertad de un funcionario policial de “Polilara” que detuvo su caravana y supuestamente la habría ofendido (cfr. https://www.aporrea.org/actualidad/a242734.html). El acontecimiento se parece mucho al protagonizado por Thomas Watson Jr. y la vigilante de IBM, salvo en el final que, cierto o falso, debió usarse para construir la imagen del Ministerio Público –garante del Derecho– y sus trabajadores.
No obstante, la misma Fiscal General de la República, en defensa de la Constitución, indicó que en las decisiones de la Sala Constitucional referidas supra, “…se evidencian varias violaciones del orden constitucional y desconocimiento del modelo de Estado consagrado en nuestra Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, lo que constituye una ruptura del orden constitucional” (cfr. https://www.aporrea.org/actualidad/n306372.html).
Muchas veces se desestiman las normas, la honestidad, la honorabilidad o la justicia, asumiendo la fatalidad del mal. No obstante, estos momentos son propicios para el desarrollo de la conciencia: llegó la hora de asumir valientemente nuestros errores individuales y colectivos, y por más lento y penoso que ello sea, ascender moralmente y alcanzar la paz.

Fuentes

CAYO JULIO CÉSAR, Comentarios de las guerras de las Galias. Traducción de José Goya y Muniain. Aguilar-Monte Ávila Editores Latinoamericana. Madrid 1989.

HOMERO, Ilíada. Traducción de Luis Segalá y Estalella. Introducción de Javier de Hoz. Autral. Colección Poesía, número 337. 41ª edición. Madrid 2007.

Bibliografía

BARICCO, Alessandro, Otra belleza: Apostilla sobre la guerra. En http://biblioteca.itam.mx/estudios/60-89/76/MauricioLopezNoriegaAlessandroBaricco.pdf, consultado el 30 de marzo de 2017.

COHEN, Richard, Blandir la espada: Historia de los gladiadores, mosqueteros, samurái, espadachines y campeones olímpicos. Traducción de Patricia Antón. Destino. Barcelona 2004.

FISAS, Vicenç, Procesos de paz y negociación en conflictos armados. Paidós. Barcelona 2004.

HERRERA LUQUE, Francisco, Los viajeros de Indias: Ensayo de interpretación de la sociología venezolana. Monte Ávila Editores. Caracas 1979.

HUIZINGA, Johan, Hombres e ideas: Ensayo de la historia de la cultura. Traducción Aníbal Leal. Compañía General Fabril Editora. Colección de Filosofía. Buenos Aires 1960.

JOUVENEL, Bertrand de, Sobre el poder: Historia natural de su crecimiento Unión Editorial, S.A. Madrid 2008.

JÜNGER, Ernst, Tempestades de acero - El bosquecillo 125 - El estallido de la Guerra de 1914. Traducción de Andrés Sánchez Pascual. Tusquets. 3ª edición. Barcelona 1998.


ROBBINS, Stephen P., Comportamiento organizacional: Conceptos, controversias y aplicaciones. Traducción de Pilar Mascaró Sacristán. Prentice Hall. 6ª edición. México 1994.

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