jueves, 19 de febrero de 2015

La desigualdad en Roma


Emilio Spósito Contreras

LA VIRTUD COMO SOLUCIÓN AL PROBLEMA DE LA DESIGUALDAD EN ROMA

La virtud la hallarás en el templo, en el foro, en la curia, de pie ante las murallas, polvorienta, atezada, con las manos encallecidas (…).
Séneca, Sobre la vida feliz.

La forma de organización social –“política”– previa a la civitas, fue la gens, también llamada familia o nomen; y, aunque extinta algún tiempo después de la fundación de ésta, ejerció gran influencia en el carácter de la ciudad, bien fuera por imitación –sobre todo al principio– o contraste.
La gente –identificada con la horda– fue una organización naturalmente desigual: a lo interno, los gentiles se encontraban sometidos a la soberanía de un pater o magister gentis; y a lo externo, en tanto un grupo “consanguíneo”, los gentiles discriminaban tanto a los miembros de otras gentes, con quienes ni siquiera podían casarse, como a los hombres relegados de ellas. En este contexto, se produjo el surgimiento de la cliens o clientela, conformada por extranjeros o vencidos sometidos a la gente con la finalidad de robustecerla.
Esta organización cerrada, previsiblemente generó costumbres e instituciones propias que resaltaron las diferencias; así por ejemplo, la gente, además de una organización política, fue una organización de carácter religioso, con un culto y divinidades tutelares propias, con las consecuencias segregadoras que Rousseau señala cuando identifica a la religión en la que “(…) hors la seule Nation qui la suit, tout est pour elle infidèle, étranger, barbare (…)” [1].
Pruebas del influjo del referido carácter gentil en la ciudad, las obtendríamos en los comitia curiata distribuidos por gentes, y la distinción entre patricios o nobles y plebeyos, estos últimos: habitantes del Aventino, ajenos –aunque vecinos– a la Roma quadrata, extranjeros propiamente dichos y, sobre todo, ex clientes.
En una primera conclusión, transmitida por la antigua gens, la civitas tuvo que enfrentar el problema de la desigualdad social de sus miembros. La discusión política de la Antigüedad romana estará referida a la igualdad entre los hombres.
Un intento por enmendar la desigualdad entre los romanos: patricios-plebeyos, lo encontramos en la creación atribuida al rey de origen etrusco Servio Tulio, de cuatro tribus con base territorial, así como la de los comitia centuriata, con base en la riqueza de los hombres; que, de arriba hacia abajo, implicarían un intento de abandono de la vieja organización gentilicia y la inclusión –aunque vacilante– de los plebeyos en la ciudad.
El factor riqueza en el populus –una organización originalmente militar–, si bien procuró “(…) que los que se arriesgaban por conservar mayores recompensas soportaran mayores cargas en sus personas y bienes (…)” [2], llegado el momento, también resaltó el valor y la solidaridad de aquellos soldados pobres, que desinteresadamente luchaban por Roma.
En el fragor de las batallas, nobles y plebeyos, ricos y pobres, se enfrentan unidos hombro a hombro, iguales, contra la muerte. Y no han sido pocos los ejemplos de hombres de origen desconocido y pobre que por sus méritos guerreros fueron reconocidos por todos; basta con recordar a Marco Catón o Cayo Mario, ejemplos de que la virtud en los hombres no depende necesariamente de la cuna o el poder.
En este escenario es perfectamente comprensible el pasaje de la Historia Antigua de Roma de Dionisio de Halicarnaso, en el cual se cuenta la situación previa a la secesión del Monte Sacro:

(…) los sabinos se prepararon para conducir contra los romanos un ejército mayor que el anterior, y los medulinos se rebelaron contra Roma y juraron una alianza con la nación de los sabinos. Los patricios, enterados de sus intenciones, se prepararon a toda prisa para marchar con todo el ejército; pero los plebeyos no les obedecieron, pues conservaban con rencor el recuerdo de las muchas veces que habían faltado a la promesa de ayudar a los pobres que lo necesitaban (…) [3].

El aludido rencor y la pretensión de ayuda de los pobres, sólo podrían surgir de la evidencia de la contradicción existente entre el comportamiento del pobre ante las penurias de la guerra y el comportamiento del rico ante las obligaciones de sus deudores en tiempos de paz.
Un nuevo intento por enmendar la desigualdad entre los romanos: ricos-pobres, lo encontramos en la secesión de la plebe romana y la creación del tribuno de la plebe, que, de abajo hacia arriba, implicarían un intento por allanar la sociedad romana, oponiendo a la nobleza y la riqueza, la virtud.
La “concordia” –sincronía de corazones– a la que arribaron patricios y plebeyos –por juramento o foedus entre sí– tras la defección de la plebe al Monte Sacro, pasó por un mutuo reconocimiento de culpas, evidenciado en la referida fábula del vientre y los órganos del cuerpo, y la mutua virtud –el bien común– de las clases, con lo cual se logró un claro acercamiento.
Al respecto, nuevamente Dionisio de Halicarnaso, en voz de Tito Larcio, refiere:

(…) creo que, en las actuales circunstancias, no debemos considerar nada que no sea el modo de eliminar estos males de la ciudad y de gobernarnos todos de común acuerdo, anteponiendo los intereses de la comunidad a los propios; pues si la ciudad está en concordia, tendrá suficiente poder tanto para proporcionar seguridad a los amigos como para causar temor a los enemigos; en cambio, dividida, como ahora, no sería capaz de realizar ninguna de estas dos cosas [4].

Los tribunos de la plebe, impidiendo que los plebeyos padecieran por los vicios de los magistrados, se convertirían en garantes de la alegada virtud de los patricios y responsabilidad de los ricos.
Más adelante, en el clímax de la lucha por la equiparación de los órdenes, los patricios completaron el círculo al escindir del consulado la facultad de censar, y con la constitución de los primeros censores, establecer garantes de la virtud del pueblo.
Como señala Rousseau:

Cette égalité, disent-ils, est une chimère de spéculation qui ne peut exister dans la pratique: Mais si l’abus est inévitable, s’ensuit-il qu’il ne faille pas au moins le régler? C’est précisément parce que la force des choses tend toujours à détruire l’égalité, que la force de la législation [en sentido amplio] doit toujours tendre à la maintenir [5].

En este punto, en que todos los componentes sociales romanos apuestan a la virtud, afirmando la igualdad a través de la distinción entre bueno y malo, de la civitas se puede decir es una libre unión de hombres virtuosos.

NOTAS

[1] Du contrat social, IV, VIII.
[2] Historia Antigua de Roma, IV-VI.
[3] Ibidem.
[4] Ibidem.
[5] Du contrat social, II, XI.

2 comentarios:

  1. Que vigencia tienen las palabras de Dionisio de Halicarnaso: “creo que, en las actuales circunstancias, no debemos considerar nada que no sea el modo de eliminar estos males de la ciudad y de gobernarnos todos de común acuerdo, anteponiendo los intereses de la comunidad a los propios; pues si la ciudad está en concordia, tendrá suficiente poder tanto para proporcionar seguridad a los amigos como para causar temor a los enemigos; en cambio, dividida, como ahora, no sería capaz de realizar ninguna de estas dos cosas”.

    ¿Será que acaso, en vez de seguir planteando la desaliñada dicotomía entre libertad e igualdad, deberíamos enaltecer la “concordia”? ¿Que entre los valores superiores que destaca nuestra Constitución debería estar la “concordia”? ¿Que la “concordia” debería estar entre nuestros más anhelados principios? ¿Que la “concordia” debería ser uno de los fines esenciales del Estado? ¿Que la “concordia” debería ser un medio y fin en el ejercicio de la democracia? (Principios Fundamentales de nuestra Constitución de la República Bolivariana de Venezuela).

    De Roma siempre hay que seguir aprendiendo. Tan solo espero que esa quimera a la que hace referencia Rousseau, no pase a ser ahora, además de la igualdad, la “concordia”.

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  2. La “concordia” –corazones que laten juntos– es un concepto antiguo que hace referencia al acuerdo, al entendimiento o la armonía. Es relevante en tanto supone el reconocimiento mutuo entre enemigos y el encuentro en torno a un punto: el bien común, que les permite hacer comunidad (marido y mujer, patricios y plebeyos, etcetera), a diferencia de “pax”, paz, que supone la inexistencia del enemigo, normalmente porque fueron sometidos o eliminados (Pax romana). Concordia y Pax fueron divinizadas en Roma, y la concordia solía representarse entre otros personajes, indicando las buenas relaciones entre ellos. La concordia me recuerda al último ideal de los revolucionarios franceses, no realizado, de la fraternidad. Muchas gracias por tu comentario.

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