Natalia Boza Scotto*
LA MUERTE REAL Y SIMBÓLICA
DEL PERONISMO
EN LA OBRA DE RODOLFO WALSH
(Publicado en la versión impresa de Vltima Ratio:
Boletín jurídico semestral de la Sociedad Venezolana para el Estudio del Derecho Latinoamericano.
Año I, número II. Caracas, julio-diciembre 2014, pp. 1-2).
LA REPRESIÓN Y EL MIEDO EN LA TIRANÍA. La literatura presenta una doble faceta, como manifestación artística y como documento histórico; la obra literaria constituye “un reflejo, consciente o inconsciente, de la situación social, económica y política de un determinado momento histórico” [1] y por tanto es fuente de conocimiento incluso en el ámbito jurídico, con la ventaja de brindar una visión integral, esto es, de mostrar las interrelaciones del Derecho con el poder, la política y la sociedad.
En este sentido, una realidad política tan frecuente en América Latina, como son los regímenes dictatoriales de naturaleza militar, ha tenido eco en el arte literario; novelas de grandes literatos de la región, como Facundo de Domingo Faustino Sarmiento, El señor presidente de Miguel Ángel Asturias, El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez, Yo el supremo de Augusto Roa Bastos, El recurso del método de Alejo Carpentier, Oficio de difuntos de Arturo Uslar Pietri, o La fiesta del chivo de Mario Vargas Llosa, entre otras, configuran, dentro del género literario de la novela, el subgénero de la novela del dictador [2].
Así, a través de la narración se dibuja la relación entre el poder, el Derecho y la política, deviniendo la creación artístico-literaria en un medio de denuncia, que critica el poder ejercido de forma autoritaria y personalista en un régimen dictatorial.
Al analizar los rasgos que identifican al déspota latinoamericano, de acuerdo con la representación literaria que de ellos se ha hecho, se señala como una característica de su personalidad la tanatofilia, entendiendo por tal, “la atracción que siente el tirano iberoamericano hacia la muerte como su más efectivo instrumento de poder”, y expresada claramente en la frase: “fusilo, luego existo” de la obra El Supremísimo de Luis Ricardo Alonso [3].
La muerte no es un elemento exclusivo de la denominada novela del dictador; se evidencia, por ejemplo, como la expresión más trágica de la violencia presente en la literatura sobre el peronismo, producto de “un antagonismo implacable que sólo se resuelve con la muerte, ya sea la propia o la de los otros” [4].
En las narraciones sobre el tirano latinoamericano, en particular, la violencia se trasluce en diversos mecanismos represivos, que se perfilan como medios de su permanencia en el poder, por cuanto el riesgo conspirativo queda suprimido mediante la tortura y la muerte del contrario, pero también de quien, no siéndolo, genere una mínima sospecha sobre su falta de adhesión al dictador. Acertadamente, se afirma que “el temor y la sospecha [son] compañeros inseparables de toda fuerza ilegítima (y de todo poder que no reconociendo límites, es ilegítimo)” [5].
La violencia que sustenta la figura del dictador se desenvuelve en ocasiones dentro de las formalidades del ordenamiento jurídico, esto es, recubierta de una apariencia de legalidad; supuestos en los cuales el Derecho se presenta como un instrumento de opresión, al servicio gubernamental. En otros casos, por el contrario, el actuar del régimen está desprovisto de legalidad alguna y únicamente evidencia la arbitrariedad ínsita a las dictaduras, consecuencia de la más absoluta indiferencia por los derechos ciudadanos.
Ahora bien, el actuar arbitrario y violento del déspota para perpetuarse en el poder, eliminando todo riesgo conspirativo, genera como contrapartida el miedo, que pasa a determinar el comportamiento individual de cada uno de los habitantes, pero también del cuerpo social; a través de la violencia hacia unos individuos, se logra intimidar a todos, persuadiéndolos de cualquier intento de confabulación.
En efecto, “el principio y el móvil de la tiranía es únicamente el miedo” [6], en primer lugar del oprimido, porque su sufrimiento depende de la voluntad caprichosa del opresor, lo que deriva en la sumisión a sus órdenes. Pero también teme el opresor, consciente de su propia debilidad, y ello lo hace aún más cruel; se castiga con crueldad cualquier intento de los súbditos contra la autoridad [7].
OPERACIÓN MASACRE: LA DESTRUCCIÓN FÍSICA DEL ENEMIGO. Ante los relatos novelados que giran en torno a la figura del dictador, el lector puede preguntarse si los acontecimientos representados matizan, o bien acrecientan los sufrimientos infligidos por aquel [8], de acuerdo con la posición ideológica del autor. Resulta sobrecogedor evidenciar, a través del estudio histórico, que la realidad llega a superar los excesos narrados.
La duda ni siquiera llega a plantearse ante Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, una escritura periodística, de no-ficción [9], que tiene un palmario propósito de denuncia de la dictadura argentina; producto de una investigación minuciosa y con rigurosidad documental, la obra se acerca más al periodismo investigativo, aunque valiéndose de las técnicas literarias [10], al relatar los hechos acaecidos el 9 de junio de 1956 en la matanza de los basurales de José León Suárez, en la capital argentina.
Los sucesos representados mediante el relato novelístico, en una trama que reproduce con fidelidad lo vivido por personas reales, describen la actuación tiránica de un régimen de facto instaurado tras arrebatar el poder al mandatario electo. Derrocado Juan Domingo Perón y sustituido el primer presidente de facto de la llamada Revolución Libertadora, Eduardo Lonardi, por el radical Pedro Eugenio Aramburu, es reprimida con atrocidad la insurrección cívico-militar peronista, comandada por el general Juan José Valle, que fue fusilado junto a otros; este evento, que no figura en la obra de Walsh, ya demuestra la tanatofilia característica de la personalidad del dictador, que se vale de la muerte del otro –del conspirador, del enemigo–, como expresión del poder que ilegalmente se arroga al ejercer una fuerza ilimitada, para eliminar –en este caso, físicamente– a quien representa un riesgo en la permanencia del régimen de facto [11].
En este contexto, el relato contenido en Operación Masacre se centra en el fusilamiento de un grupo de civiles, llevado a cabo como parte de la represión del referido sublevamiento cívico-militar, ante la simple creencia de que se reunían para conspirar contra el gobierno, con el agravante de ser infundada tal sospecha; no sólo porque durante la reunión no se habló ni remotamente de la revolución (según explicó Juan Carlos Torres a Walsh), sino además porque los asistentes eran en su mayoría ajenos a cualquier maquinación.
En todo caso, aun ante la culpabilidad de algunos de los involucrados, el opresor obra despiadadamente ante lo que percibe como una tentativa de sublevación, desplegando una violencia, al margen de la legalidad; de este modo, la fuerza que monopoliza el Estado es utilizada de forma arbitraria por el tirano, como mecanismo de permanencia en el poder usurpado.
ESA MUJER: LA DESTRUCCIÓN SIMBÓLICA DEL OTRO. La aniquilación física del enemigo –los peronistas– narrada por Walsh en Operación masacre, encuentra un complemento años más tarde, en Esa mujer, que representa el intento de los mismos militares que protagonizaron la Revolución Libertadora, de suprimir una alegoría de las fuerzas peronistas, mediante la desaparición de un objeto de culto: el cadáver embalsamado de Eva Duarte de Perón, que se encontraba en la Confederación General del Trabajo. En este caso, se relatan “las vejaciones a las que fuera sometido el cadáver, y la fascinación perversa que despierta en su apropiador (…) con un tono desapasionado y distante, como si [el autor] prefiriese mostrar la violencia extrema que se puede ejercer sobre un muerto por medio de un lenguaje que soslaya, deliberadamente, la contaminación que esa misma violencia podría ejercer sobre sus formas” [12]. Entonces, Walsh plantea en estos dos relatos –Operación masacre y Esa mujer– la posición antagónica que –necesariamente– asume el opresor frente a quienes apoyan al régimen depuesto, intentando su destrucción real y simbólica, para lo cual acude a métodos tan despiadados como el fusilamiento del 9 de junio de 1956 y el hurto y ocultamiento del cadáver de la principal figura femenina del peronismo.
LA PREEMINENCIA DEL PERIODISMO –CON SIGNIFICACIÓN SOCIAL– SOBRE LA LITERATURA. La condición de periodista de Walsh es fundamental en estos dos relatos. El primero, una narración absolutamente rigurosa de un acontecimiento real, pero expuesto de forma novelada; y el segundo, la invención de una entrevista periodística basada en un suceso histórico. En este último, el autor se representa en la figura del entrevistador, “con un tono desapasionado y distante” [13], sin que por ello pueda afirmarse que se trata de una información neutral.
Ambos textos descartan el periodismo meramente informativo, dejando atrás la falacia de la doctrina de la objetividad. En este sentido, la meticulosidad de la investigación y exposición de los sucesos de la matanza de José León Suárez, dista de una presentación objetiva de los hechos; la actitud crítica y el propósito de denuncia son notorios. Pero no se trata de denunciar para que todo siga igual, ni para suscitar o acrecentar la sensación de miedo que pueda existir en aquellos que se oponen al déspota, con la frustración e impotencia que pueden serle concomitantes, sino para generar una reacción que permita el establecimiento de la culpabilidad de quienes participaron en los hechos violentos, y sobre todo, evitar el acaecimiento de hechos semejantes.
Así las cosas, tomando en cuenta que en Esa mujer se muestra la otra faceta de la destrucción del peronismo: aquella que afecta el imaginario de un grupo a fin de desarticularlo y exterminar la oposición, debe exaltarse el periodismo comprometido que ejerce Walsh, al plasmar –con técnicas literarias– eventos que conducen a modificar el status quo.
NOTAS
*Universidad Católica Andrés Bello, Comunicadora Social. Universidad Central de Venezuela, Abogada, Especialista en Derecho Procesal, cursante del Doctorado en Ciencias mención Derecho.
[1] LANZUELA CORELLA, M. L., La literatura como fuente histórica: Benito Pérez Galdós. Actas del XIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, Madrid 6-11 de julio de 1998, Volumen 2. SEVILLA ARROYO, F. y C. ALVAR EZQUERRA (Coordinadores). Madrid 2000, p. 259.
[2] NOGUEROL JIMÉNEZ, F., El dictador latinoamericano (aproximación a un arquetipo narrativo). Revista Philologia hispalensis, N° 7, 1992. Universidad de Sevilla. Facultad de Filología, pp. 91-102.
[3] Idem, p. 95.
[4] RETAMOSO, R., Notas sobre literatura y violencia. En Escrituras de la política y políticas de la escritura en la Argentina moderna. Roberto RETAMOSO (compilador). SurAmérica Ediciones. Rosario 2011, p. 70.
[5] ALFIERI, V., De la tiranía: impune quælibet, hic est regem esse (SALUSTIO, Guerra de Yugurta, Cap. XXX). Fundación Manuel García-Pelayo. Colección Clásicos. Caracas 2006, p. 61.
[6] Idem, p. 59.
[7] Idem, pp. 59-61.
[8] En este sentido, NOGUEROL JIMÉNEZ examina “si la visión ofrecida por los diferentes escritores (…) se corresponde a la realidad o si por el contrario la creación literaria ofrece una imagen «suavizada» de los tiranos (…)” (Op. cit., p. 92).
[9] BORGONOVO, C., Rodolfo Walsh: Ese hombre y otros papeles personales. En Escrituras de la política…, p. 168.
[10] De hecho, antes de la publicación del libro en 1957, las investigaciones del autor quedaron plasmadas en una serie de artículos periodísticos, aparecidos entre finales de 1956 y mediados de 1957 (Vid. RETAMOSO, R., Genealogías de Walsh. En: http: // rephip.unr.edu.ar / bitstream / handle / 2133 / 499 / Retamoso % 20 - % 20Genealog % C3 % ADas % 20de % 20Walsh_A1a.pdf?sequence = 1. Consultado el 4 de marzo de 2013).
[11] En Argentina, “los sucesivos gobiernos militares restringieron y violaron los derechos de las personas, como forma de eliminación de la oposición política y de la movilización de sectores populares”, e incluso las fuerzas de seguridad utilizaron la tortura como práctica sistemática y generalizada (BARBUTO, V., Argentina. En Las víctimas y la justicia transicional: ¿Están cumpliendo los Estados latinoamericanos con los estándares internacionales? Fundación para el Debido Proceso Legal. Washington, 2010, p. 35).
[12] RETAMOSO, R., Notas…, pp. 76-77.
[13] Ver nota anterior.