Historia
para el futuro:
Heraldos de Desintegración
Jorge Castro Urdaneta*
El Planteamiento
“El
zamuro, símbolo de muerte, bien habría merecido ser el ave heráldica de aquella
democracia guerrera, que fue Venezuela durante las guerras civiles; pero junto
a la figura del ave feroz la espada que los guerreros portaban con dignidad y
blandían con valor”. Pedro Manuel Arcaya. Memorias.[1]
Para los que
nacimos a finales del siglo XX, es claro el constante intento de definir a la
sociedad venezolana como amante de la paz, la propaganda de los años setenta en
adelante, ha delineado invariablemente a un venezolano de naturaleza sosegada,
negada a la guerra y la violencia ya superada, las luchas que se emprendieron y
los numerosos muertos que se produjeron en combates armados, en contra de los
gobiernos de turno o en refriegas domésticas, son presentadas como acciones lejanas,
extremas, ajenas a una inclinación natural del nuevo venezolano.
Los episodios de
violencia, son justificados o rechazados según la perspectiva de turno en el
poder, pero siempre en el marco de lo extraordinario, en tanto se niega una
línea de continuidad en la violencia que nos permitió nacer y consolidarnos como República -la Guerra de Independencia,
la Guerra Federal, en fin los procesos previos a 1936- los hijos de esas épocas
aparentemente fueron sepultados con concreto y petróleo.
En 1970, muchos
historiadores coincidían en que “por mucho tiempo la historiografía se mantuvo
atiborrada de sucesos bélicos, y ninguna atención pudo prestar a las auténticas
bases integradoras del pueblo (…). Corresponde al Nuevo Tiempo una actitud
espiritual optimista, libre y amplia (…) Venezuela necesita de la paz y la
concordia”[2], convicción
que se traducía en afirmaciones de progreso como que “la reforma agraria que se
opera en el país evitará ese éxodo a las ciudades, buscando trabajo y aventura
aleatoria”.[3]
El tiempo ha
desmentido aspectos de esas aseveraciones, al margen del fracaso institucional,
cuyo quiebre precipitó una “redefinición político-jurídica” del Estado y de la
democracia partidista[4],
lo cierto es que transcurridos más de tres lustros de vigencia de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, es posible y necesario trazar
una revisión de lo recorrido y del porvenir, no ya desde el aspecto formal de
las estructuras y las ideas.
Las líneas que a
continuación presento, plantean retomar algo de la historia de la República, particularmente
lo vinculado a la violencia, lo que me permite aventurarme a reformular una lectura
de los recurrentes actos de sangre que hoy llenan las noticias y constituyen un
síntoma, a mi parecer, respecto de la consolidación de la institucionalidad y
la eficacia de la Constitución.
Las Atrocidades
“El modo de batirse los llaneros consiste en dar repetidas cargas con la mayor furia a lo mas denso de las filas enemigas, hasta que logran poner en desorden la formación y entonces destrozan cuanto ven en torno suyo”. José Antonio Páez. Autobiografía.[5]
“El modo de batirse los llaneros consiste en dar repetidas cargas con la mayor furia a lo mas denso de las filas enemigas, hasta que logran poner en desorden la formación y entonces destrozan cuanto ven en torno suyo”. José Antonio Páez. Autobiografía.[5]
Sería imposible
realizar en las presentes líneas, una enumeración exhaustiva de los diversos
hechos de crueldad y violencia que asolaron a la República antes y después de
su fundación, sin embargo interesa destacar algunos episodios en nuestra
historia, que podrían delinear una invariable propensión a la lucha y no al
retiro apacible que condena la violencia.
No se pretende
negar, las cotidianas, increíbles e innumerables muestras de civilidad en
nuestra historia, que incluso podrían contarse y contraponerse por mucho, a
cada uno de los relatos que expondremos, pero la realidad de nuestra actual
sociedad, tal vez indica un retroceso olímpico
en el péndulo de la historia o al menos cuestionarnos, si es posible
afirmar que las reacciones a la violencia, no son sino un acto reflejo ante la
barbarie de tales hechos, más que el resultado de un proceso de reflexión que
evidencie un aprendizaje previo, un nivel de
conciencia activo y su perfeccionamiento mediante la experiencia.
Cuenta Fray Pedro Aguado, que estando unos
españoles al borde de la inanición, “comenzaron a caminar por aquellas montañas
a ver sí podían hallar algún género de comida de cualquier suerte que fuese; y
viendo que no lo hallaban y que las naturales fuerzas casi del todo les iban
faltando, comenzaron a matar algunos indios e indias de las que consigo
llevaban para comer de ellos, imitando en esto la brutalidad de los animales
irracionales, que faltándoles el uso de la razón muchas veces muerden y comen
los unos a les otros. Comían de aquellas carnes humanas tan sin asco ni pavor como
si se hubieran criado en ello y para ello”.[6]
Juan
de Carvajal, en diciembre de 1545 funda el asiento de Nuestra Señora de
la Pura y Limpia Concepción del Tocuyo, “allí, en la Pura y limpia, erigió,
según cuenta la tradición, una hermosa
ceiba para ahorcar en ella a cuantos no quieran someterse a su desaforada
autoridad (…) en un solo día hizo colgar a ocho hombres en su célebre ceiba (…)
El pueblo de la Vela de Coro recibe el nombre a causa del miedo que tenían a
Carvajal. Pasaban las noches ‘velando’ sobre las armas, temiendo a cada
instante que el vesánico gobernador viniese a degollarlos”.[7]
La insurrección
de los negros de Coro (1795), con José
Leonardo Chirinos al mando y con consignas “semejantes a las de los
comuneros (‘abajo los impuestos y muera el mal gobierno’); constituyeron
episodios de aquel conflicto engendrado por la concentración de la riqueza y
profundizado por los antagonismos clasistas y raciales”[8].
Las muertes y saqueos del levantamiento, fueron rubricadas por la condena a Chirinos, cuando la Real Audiencia en
1796, lo condenó a muerte en la horca y resolvió que su cabeza, en jaula de
hierro y en un poste de 20 pies de altura, se fijara en el camino que va hacia
los Valles de Aragua y sus manos enviadas a Coro, se colocarían en Caujarao
una, y la otra en Curimagua.[9]
En la Guerra de
Independencia, las masacres eran cortejadas por crueldades y humillaciones que
serían fantásticas si no fueran producto de la narración de los propios
españoles, tales como las matanzas de Boves
en Valencia (El sarao sangriento):
“La
tarde pareció demasiado larga, y la noche harto presurosa, a los grupos de
danzantes. La música alegraba los salones, y las calles estaban animadas por
aquel festivo evento social. En uno de los salones la juventud de ambos sexos
se entregaba a los placeres de la danza, y en otro se brindaba copiosamente sin
aprensión alguna (…). De pronto, las puertas se abrieron de par en par, y
mientras unos soldados armados de sables y bayonetas custodiaban la salida, los
demás iniciaron al punto una masacre general entre los hombres, en medio de
gritos y alaridos de las mujeres que estaban en la sala contigua, quienes sin
temor por sus vidas se precipitaron a aquella escena de muerte, buscando
vanamente a sus esposos, padres, hijos y hermanos, a los que encontraron
bañados en sangre y en los últimos instantes de la agonía”.[10]
La guerra sin cuartel, que se desató bajo la
Proclama de Guerra a Muerte bajo la cual, el propio Bolívar mandó a ejecutar a más de mil españoles y canarios -entre
los cuales se encontraban heridos- en Caracas y La Guaira en 1814[11], en
los siguientes términos:
“COMUNICACIÓN DEL
LIBERTADOR AL COMANDANTE DE LA GUAIRA, FECHADA EN VALENCIA, EL 8 DE FEBRERO DE
1814, POR LA CUAL ORDENA LA EJECUCIÓN DE LOS ESPAÑOLES*
Señor Comandante de La Guaira, ciudadano
José Leandro Palacios.
Por el oficio de US. de 4 del actual, que acabo de recibir, me impongo
de las críticas circunstancias en que se encuentra esa plaza con poca
guarnición y un crecido número de presos. En su consecuencia, ordeno a US. que
inmediatamente se pasen por las armas todos los españoles presos en esas
bóvedas y en el hospital, sin excepción alguna.
Cuartel General Libertador en Valencia, 8 de febrero de 1814. 2°, a las ocho de la
noche.
En el marco de
la Guerra Federal, cabe recordar a personajes como José Rangel, antiguo soldado de la guerra de independencia
que en el retiro y dedicado a la labranza en el Valle de Manaure, “vivió
tranquilamente hasta el año 46, en el que se enardeció con la disputa de las
elecciones [1846] Tomó las armas sin combinación con nadie”[13], Ramón Díaz Sánchez, relata que:
“El
crimen de Rangel y su tropa es algo que desborda los términos de una vulgar
sedición, es un asesinato de gentes indefensas con el agravante de la
nocturnidad. A la cabeza de la turba borracha, después de apresar a cuantos
hombres que halló en su camino, el indio Rangel invadió la hacienda Yuma,
propiedad del Dr. Quintero, y los gritos de muerte llenaron de pavor a los
habitantes”.[14]
Otras imágenes terribles, nos la ofrece el
doctor Pedro Manuel Arcaya en sus
memorias, relata que durante su niñez de viaje con sus padres al interior del
Estado Falcón:
“notaba
a la vera de los caminos montañas de piedra, y sobre ellas, a veces, toscas
cruces de madera. Señalaban los sitios donde yacían los huesos de soldados
desconocidos que allí habían caído en olvidadas escaramuzas; los montones los
formaban las piedras arrojadas por los peones que pasaban, y así quedaban
erguidos aquellos sencillos y expresivos monumentos que su piedad levantaba a
hermanos suyos, cuya suerte había de ser también la de ellos mismos (…)
alimento de los zamuros sus carnes y pelados sus huesos, hasta que algún
caminante les diera sepultura”.[15]
En otro pasaje, Arcaya nos refiere como a pesar de las
diversas guerras intestinas, esa inclinación a la batalla no se extingue, “todos
los Generales y Coroneles de las pasadas guerras, cansados ya de una paz que se
alargaba demasiado, vieron llegada la oportunidad de poner en actividad sus
impulsos belicosos y lo mismo una multitud de jóvenes que sentían igual ansia
de aventuras”, el viejo General Vallés a la sazón del momento “la guerra lo
rejuveneció. Abandonó el rosario y volvió a empuñar la lanza. Rozagante venía a
la cabeza de trescientos soldados (…). Estos ancianos cayeron sobre el enemigo
con el mismo arraigo e igual empuje que sus años juveniles y en mucho
contribuyeron al resultado de la batalla”.[16]
Pero lo anterior, no debe
confundirse con un impulso sólo de la longevidad que añoraba el combate:
“¡Cuántos otros jóvenes perecieron así en nuestras guerras civiles y cuán
estéril y absurdo fue su sacrificio heroico! (…) Al combate siguió la macabra
selección de los cadáveres para darles cristiana sepultura (…) fueron
amontonados para ser incinerados al lado del cementerio. Rodeaban la pira
bandadas de zamuros. De todas partes volaban a aquel sitio, atraídos por el
olor de los cuerpos que se quemaban. Esperaban que cesara el fuego para rebuscar
entre las cenizas algún pedazo de carne chamuscada”.[17]
El baño de sangre no es una cuestión
de refriegas entre bandas, la violencia la abanderan “todos los gobernantes de
este país, unos con más crudeza que otros, han ejercido la represión, el fraude
y hasta el crimen político para conservar el poder. En los tiempos de Páez y
los Monagas se hicieron famosas el mortífero Islote de Bajo Seco y el Castillo
de San Carlos en el Lago de Maracaibo; bajo Guzmán la Rotunda en Caracas y el
Castillo de Puerto Cabello; bajo Crespo y Cipriano Castro, estas mismas
mazmorras y algunas otras. Pero ninguno de Aquellos déspotas llegó a los
extremos de insensibilidad, de sistemática dureza de Gómez quien mantuvo
encarcelados y cargados de grillos a algunos hombres durante un cuarto de
siglo”.[18]
Tras la muerte Gómez, diversos sucesos acaecen en el
país[19], citamos
sólo algunos y preferimos antes de extendernos
explicaciones, que el lector por videos, fotos o reportajes en las notas al
pie, se adentre en tales hechos. Así, no pueden dejar de mencionarse: Masacre
de Turén (1952)[20];
El Porteñazo (1952)[21]; Masacre
de Cantaura (1982)[22];
Masacre de Tazón (1984)[23];
Masacre de Yumare (1986)[24];
Masacre del Amparo (1988)[25]
y El Caracazo (1989)[26].
Después del Caracazo, deben
referirse los Alzamientos militares del 4 de febrero y 27 de noviembre de 1992
o el 11 de abril de 2002, en los cuales se verificaron varios decesos y
enfrentamientos, asimismo los diversos hechos de violencia ocurridos en
diversas protestas a lo largo del país, particularmente en las llamadas
“guarimbas”[27] acontecidas entre otros
momentos en el año 2014, que por su actualidad, no creemos necesario hacer una
referencia detallada sobre los mismos, pero si destacando que son, a no dudarlo,
manifestaciones de violencia.
Sin embargo, resulta de mayor
interés partir de una apreciación como la de Ramón
Díaz Sánchez de lo cotidiano en los años setenta del siglo pasado, perfectamente
trasladable a nuestra realidad, cuando advertía que a pesar que Pedro Núñez de Cáceres, afirmaba “como
un rasgo típico del carácter nacional la ausencia de instintos sanguinarios
(…). Hoy el panorama moral ha cambiado como puede apreciarse en la prensa
diaria. Asesinatos, atropellos, atracos a mano armada, desconsideración para
las mujeres, niños y los ancianos, son acontecimientos de todos los días
reveladores de un clima de insania que no justifican por sí solos el número de
habitantes, el desequilibrio económico ni las agitaciones políticas. Prolifera
el robo como móvil del homicidio y la violencia, esto es evidente; pero
paralelamente se advierten y con no menor abundancia y frecuencia proliferan
los crímenes aberrantes”.[28]
Treinta y cinco años más tarde, Alejandro Moreno y otros estudiosos del
tema de la violencia en nuestro país, nos advierten en relación con la
delincuencia actual, que “esto parece cosa de locos; y de locos muy peligrosos.
Pero ¿están locos estos delincuentes? No, son violentos, pero no están locos
(…)”[29]
los delincuentes no parecen a primera vista responder a una estructura
racional, sin embargo, en “su vivir cotidiano, se encuentra un principio de
organización, una unidad de sentido de sus múltiples acciones”, así respecto
del asesinato, el mismo es “una hazaña gloriosa. El énfasis está en la
capacidad de asesinar y asesinar mucho (…). Cuantos más muertos tenga encima y
más joven sea el sujeto, más digno de admiración y más valioso es”[30],
en sus estudios detallan que un “malandro” llamado Héctor Blanco, que no había cumplido 18 años, contó:
“El primer homicidio mío lo tuve el seis de… el seis de noviembre.
El veintisiete no… el veintisiete de diciembre tuve otro, estábamos… varios
muchachos en un sector que se llamaba… de la Vega, que es la capilla, este…
ellos me habían dicho que si yo tenía problema con fulano, entonces yo le dije
que sí, me dijo que estaba al frente, traqué la pistola, fui hacía él y… este…
le dije unas palabras y le di nueve
tiros en la cara” (negrillas del texto original).[31]
Los
hechos demuestran, que las apreciaciones de Arcaya,
Vallenilla Lanz y otros, en
relación con la gente de su tiempo, parecen no haberse modificado en su
sustancia, la violencia es un hilo conductual constante en nuestra historia.
No obstante, sería
un error histórico, afirmar que las montoneras de siglos pasados parecen
haberse reinventado en las bandas actuales o en la sed de sangre de los
“pranes” y delincuentes que hoy asolan la patria[32],
los motivos de la delincuencia actual, no se pueden equiparar a las
motivaciones de los “caudillos” de antes, las luchas de José Leonardo Chirinos o Ezequiel Zamora, estaban llenas
de consignas, sostenían ideales.
Si bien Arcaya señala que: “nunca hubo en Venezuela
sino dos partidos el del gobierno y el de la revolución, por lo demás fuera de
eso en nada se diferenciaban. Ninguna revolución ni aun la Federal, fue a pesar
lo que respecto de esta se ha querido afirmar, una contienda en el que se
ventilasen contrapuestos principios políticos (…)”[33], Brito Figueroa, es contundente al rebatir
tal apreciación, al indicar por ejemplo, que la “Guerra Federal es una guerra
campesina, pero también (por las capas sociales urbanas que en ella participan
y el ideario político que predomina en ese movimiento) es una revolución
democrático-burguesa, agraria y antilatifundista en las condiciones económico
sociales, políticas y de clase en Venezuela en la sexta década del siglo XIX (…).
En nuestra interpretación no identificamos la naturaleza de lucha de clases de
nuestro tiempo, ni clases sociales de la Venezuela actual y la dinámica del
cambio social, con los fenómenos de este mismo orden, pero en esencia
diferentes, propios de una formación económico-social precapitalista, que se
observan en el contexto de la Guerra Federal”.[34]
Por ello, la tragedia
de la actual violencia, es su vacío de contenido o el sin sentido de sus fines
-tal vez coherentes en el sistema delictual- pero profundamente inexplicables no
sólo respecto a la institucionalidad o el más básico respeto a los derechos fundamentales,
sino además en el contexto de cualquier lucha por el cambio social, y por lo
tanto, contraria a la existencia misma del Estado.
La Inhumación
“Dominar la naturaleza hasta acallar el instinto; imponer a la materia la voluntad del espíritu; llegar con paso firme al umbral del sepulcro; desafiar las sombras pavorosas de lo desconocido, y decir a la muerte que avanza escoltada de todos los dolores: ‘Ven, lo que siento y pienso vale más que lo que soy, sepúltame en los antros de tu impenetrable misterio, despedaza mis carnes, tritura mis huesos, arrebátame la luz, el amor, la esperanza, prueba a infundirme espanto y verás que te desprecio; contra las sugestiones de lo terrible, tengo la alteza de mi intento; a las asechanzas del pavor, resiste lo inflexible de mi propósito; por sobre tus amenazas está mi voluntad’. Elevarse a esa altura es escalar el cielo: de ahí la calma majestuosa, el poder sin límites, la fuerza absoluta.”. Eduardo Blanco. Venezuela Heroica[35]
“Dominar la naturaleza hasta acallar el instinto; imponer a la materia la voluntad del espíritu; llegar con paso firme al umbral del sepulcro; desafiar las sombras pavorosas de lo desconocido, y decir a la muerte que avanza escoltada de todos los dolores: ‘Ven, lo que siento y pienso vale más que lo que soy, sepúltame en los antros de tu impenetrable misterio, despedaza mis carnes, tritura mis huesos, arrebátame la luz, el amor, la esperanza, prueba a infundirme espanto y verás que te desprecio; contra las sugestiones de lo terrible, tengo la alteza de mi intento; a las asechanzas del pavor, resiste lo inflexible de mi propósito; por sobre tus amenazas está mi voluntad’. Elevarse a esa altura es escalar el cielo: de ahí la calma majestuosa, el poder sin límites, la fuerza absoluta.”. Eduardo Blanco. Venezuela Heroica[35]
La primera crítica a la anterior
recopilación de eventos históricos, sería la generalización injustificada de la
sociedad venezolana a partir de acontecimientos que sólo reflejan a parte de la
población, que se recogería en esa afirmación que las señala “como una minoría
que envilece a las mayorías ajenas a tal maldad”; argumento que podemos aplicar
desde los asaltantes en moto respecto de los motorizados, a los grupos
organizados de extorción y secuestro dentro de los organismos de seguridad.
Frente
a ello, debe responderse de una vez, que la responsabilidad de la sociedad se
mide fundamentalmente por la atrocidad de los hechos y no por el porcentaje de
sus autores o su apoyo en el total de la comunidad en las que se verifican, es
una valoración esencialmente de cualidad en las acciones reprochables y la
respuesta de la sociedad y no de cantidad de participantes, aunque esta última
haga en algunos supuestos la diferencia respecto de la calificación de los
crímenes de lesa humanidad.
Resultaría al menos indignante, que
se pretendiera que la Alemania Nazi, constituye una calificación exagerada e
injusta, debido a que parte de la población alemana de entonces, no apoyaban
las ideas y acciones emprendidas por Hitler
y sus seguidores.
La
responsabilidad de la sociedad, pesa sobre los hombros de cada ciudadano del
Estado y la población que lo integra, que atenta contra los derechos
fundamentales en su territorio o fuera de sus fronteras, ya que al menos desde
el punto de vista moral, resultan tan reprochables las ordenes impartidas por
el Eduard Roschmann (conocido como
el Carnicero de Riga), como los berlineses que prefirieron seguir con su jarra
de cerveza llena y cerrar sus ventanas en la noche de los cristales rotos.[36]
La
ciudadanía, es ante todo un ejercicio de responsabilidad por el resguardo de
los derechos humanos y la protección de las instituciones, por eso el holocausto
o el genocidio de Ruanda, además de generar responsabilidad penal individual a
nivel nacional e internacional, incriminan a tales sociedades, marcándolas al
menos generacionalmente e imponiéndoles como deber mínimo reparar y evitar que
tales sucesos se repitan.
La República
Bolivariana de Venezuela, no encuadra bajo ningún concepto en los supuestos de
crímenes de lesa humanidad como los referidos anteriormente, pero al
consagrarse un sistema constitucional en el cual
rige el principio participativo, que conforme a la jurisprudencia vinculante de
la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de la República
Bolivariana de Venezuela, se exige del pueblo una intervención activa y
consiente en el ámbito social, político, económico y judicial, más allá del
ejercicio eventual del voto en los procedimientos electorales, por lo que se
debe recordar que:
“(…)
Esa responsabilidad y eficacia, que se deriva del ejercicio directo del Poder
Público por la sociedad organizada, no se circunscribe al reconocimiento del
control social o comunitario -al margen de los controles intraestatales- sino
la imposición a cargo de la sociedad en su conjunto y cada uno de sus
integrantes del principio de autoresponsabilidad, ya que el pueblo (…) al tener
la posibilidad de determinar los parámetros en los cuales se desarrollará su
actividad, debe asumir las consecuencias de la calidad y efectividad de su
intervención o de su falta de participación. El alcance del principio de
participación en el ordenamiento jurídico venezolano, se materializa tanto en
el derecho de los ciudadanos a tomar parte en el ejercicio del poder público y
su control, sino fundamentalmente en el principio de autoresponsabilidad, el
cual postula que la sociedad debe beneficiarse e igualmente sufrir los efectos
de su participación o abstención (…)” -Cfr. Sentencias Nros. 471/06, 1.117/06 y
597/11-.
La
participación, va más allá de la determinación de los gastos en los
presupuestos municipales o la organización para la ejecución de obras, es ante
todo una necesidad de intervenir y asumir directamente los espacios de vacío
institucional o ineficiencia en la ejecución de competencias atribuidas a las
estructuras tradicionales del Poder Público.
Lo
anterior comportaría a nuestro juicio, que ante el azote de una minoría que en
diversos ámbitos y con el uso de la violencia, impiden que la sociedad pueda
beneficiarse del marco jurídico institucional que lo tutela, se genere una
responsabilidad, un deber que en principio recae en cada uno de los órganos que ejercen el Poder
Público, que en definitiva “permita que los conflictos de derechos que subyacen
y emergen por la necesaria interrelación que se produce en una sociedad, es
necesario que el arquetipo institucional pueda potenciar efectivamente un desarrollo
fluido de los intereses antagónicos en la sociedad” (Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia).[37]
Pero si ello no es posible, la sociedad en busca
del natural equilibrio y al margen del sistema, terminará por socavar la
existencia misma del Estado o de la forma en que hoy lo conocemos[38], asumiendo cada vez más
abiertamente y muchas veces en contra del ordenamiento jurídico vigente, las
competencias propias de los órganos y entes del Estado.
Lo anterior no constituye una reflexión sobre el
futuro, existen serios indicios al respecto, los linchamientos son una terrible
muestra de toma de justicia por propia mano[39]. Ronald Denis advierte que: “la ‘toma directa del poder’
sobre los lugares de ejercicio territorial del mismo, su destrucción violenta o
su desplazamiento pacífico como lo venimos experimentando, tiende a ser el
comienzo de una gigantesca revolución, que va a ir vaciando de todo sentido y
legitimidad los estúpidos arquetipos del poder”[40]. Lo antes dicho,
no es nuevo en la experiencia Latinoamericana, se resume en la dicotomía
presentada por Sarmiento en su
obra Facundo o
Civilización y Barbarie en las pampas argentinas.[41]
Pero no todo está perdido, ante la
barbarie del desconocimiento de la ley, la reserva moral que nos instituye la
propia Constitución en su artículo 1, al establecer que “la República
Bolivariana de Venezuela es irrevocablemente libre e independiente y fundamenta
su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz
internacional en la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador”, la cual nos
indica que nosotros los ciudadanos, estamos “llamados
para consagrar o suprimir cuanto os parezca digno de ser conservado, reformado
o desechado en nuestro pacto social”.[42]
Esa resolución
debe advertirse, no puede ser producto de la irracionalidad, no caben clichés
de democracia de mayorías que consoliden la crisis, debe tenerse presente la historia latinoamericana, que nos enseña la gran
influencia que ejercieron las ideas de la Ilustración en los territorios
coloniales de España en América. Rousseau,
Mostesquieu o Voltaire,
entre otros, fueron estudiados entre los sectores educados de Latinoamérica,
corrientes filosóficas y políticas que generaron las ideas de libertad,
igualdad, progreso y soberanía, que se difundirían rápidamente por el
continente, así las bibliotecas constituyeron elementos cardinales en la
generación de un movimiento independentista.
Sería
un error pretender que la lucha por la independencia en Latinoamérica, fue
producto de una marea popular irreflexiva, consecuencia de una sensación
atávica por la justicia e igualdad. No se desconoce, que ante la situación
social y económica se desenvolvieron importantes
convulsiones internas que ponen de manifiesto un conflicto social, como ocurrió
con la rebelión de los comuneros
del Paraguay, el levantamiento de los hermanos Catari, la revuelta contra
la Compañía Guipuzcoana de Caracas o el emblemático alzamiento indio de José Gabriel Túpac Amaru, pero fue en el
marco de las ideas y de la reflexión, que se concretó la visión de una América
independiente, que se traduciría en un movimiento armado, una lucha política,
social y económica que iría delimitando con sangre a Latinoamérica.
Por ello, no basta la intención de
cambiar, necesario es preparase para producir el cambio real y duradero.
Para aquellos que pretendemos la inhumación de
los vicios del pasado, con el trabajo honrado y constante, no encuentro mejores
palabras que las de Jean-Paul Sartre: “No nos haremos eternos corriendo tras
la inmortalidad; no seremos absolutos por haber reflejado en nuestras obras
algunos principios descarnados, lo suficientemente vacíos para pasar de un
siglo a otro, sino por haber combatido
apasionadamente en nuestra época, por
haberla amado con pasión y haber aceptado morir totalmente con ella”[43], y
la siguiente cita literaria: “If
we are mark'd to die, we are enow. To do our country loss; and if to live, The
fewer men, the greater share of honour. God's will! I pray thee, wish not one
man more. (…) That he which hath no stomach to this fight, Let him depart; his passport shall be made And crowns
for convoy put into his purse: We would not die in that man's
company That fears his fellowship to die with us” (William Shakespeare. Henry V),
lo que
podría traducir de la siguiente manera: “si estamos destinados a morir, nuestro país no tiene necesidad de perder
más hombres de los que somos; y si debemos vivir, cuantos menos seamos, más
grande será para cada uno de nosotros la parte del honor. ¡No desees un hombre
más, te lo ruego! (...) puede retirarse el que no vaya de corazón a esta lucha;
se le dará su pasaporte y se pondrán en su bolsa unos escudos para el viaje,
porque no quisiéramos morir en compañía de un hombre que temiera morir como un
compañero nuestro”.[44]
Finalmente, debemos tener presente a
Cecilio Acosta, quien en su obra nos advierte que “las
convulsiones intestinas han dado sacrificios, pero no mejoras, lágrimas pero no
cosechas” [45],
es entonces la consolidación institucional la única vía posible.
Universidad Católica Andrés Bello,
Abogado. Universidad Central de
Venezuela, Especialista en Derecho Administrativo; cursante del Doctorado
en Ciencias, mención Derecho.
[1] Arcaya,
Pedro Manuel. Memorias. Librería Historia, Caracas, 1983, p. 54.
[2] Salcedo-Bastardo,
J. L. Historia Fundamental de Venezuela.
U.C.V. Carcas, 1970, p. 710 y 713.
[3] Picón-Salas,
Mariano. Venezuela: algunas gentes
y libros, en Venezuela Independiente,
evolución político-social 1810-1960, Fundación Eugenio Mendoza, 1975, p.
20.
[4] Castro
Urdaneta, Jorge O. Gobernabilidad y sistema democrático
participativo. Revista de Derecho – Nº 35, Tomo II, Caracas: TSJ, Fundación Gaceta Forense, 2014,
p. 101-102 y un recuento de hechos en http://www.minci.gob.ve/wp-content/uploads/2012/09/Cronologia-de-una-implosi%C3%B3n-WEB.pdf.
[5] Páez,
José Antonio. Autobiografía.
Hallet y Breen, N.Y., Volumen I, 1867, p. 149.
[6] Fray
Pedro Aguado. Historia de Venezuela escrita en 1581. Caracas, Imp. Nacional,
1913, p. 66.
[7] Herrera
Luque, Francisco J. Los Viajeros
de Indias, ensayo de interpretación de la sociología venezolana. Imprenta
Nacional, Caracas, 1961, p. 447. En contra, puede encontrarse una crítica
general de la obra, en Pbro. Manuel
Acereda La Linde: http://gumilla.org/biblioteca/bases/biblo/texto/SIC1961240_476-479.pdf, consultado el 15/5/15.
[8] Araujo,
Orlando. Venezuela violenta.
Banco Central de Venezuela, Caracas, 2013, p. 29.
[9] Insurrección
de los negros en Coro, en el Diccionario de Historia de
Venezuela. Fundación Polar. Tomo II, Caracas. 1997, p. 808 y 809.
[10] De
Benedittis, Vince. Presencia de la
música en los relatos de viajeros del siglo XIX. U.C.V. Caracas, 2002, p.
188.
[11] El 15 de junio de 1813, en
Trujillo Simón Bolívar durante el desarrollo de la Campaña Admirable, dicta el
Decreto que se concretaba en que los españoles y canarios que no tomar
activamente una posición en favor de la independencia se les daría la muerte, y
que todos los americanos serían perdonados, incluso si cooperaban con las
autoridades españolas (“¡Españoles y Canarios! Contad con la muerte, aún siendo
indiferentes, si no obráis activamente en obsequio de la libertad de América.
¡americanos! Contad con la vida, aún cuando seáis culpables”. Simón Bolívar,
Cuartel General de Trujillo, 15 de junio de 1813). Véase a Blanco Fombona, R. Bolívar y la Guerra a Muerte. Época de Boves, 1813-1814. Ministerio
de Educación. Caracas. 1969 y Dauxión-Lavaysse.
J.J. Viaje a las islas de
Trinidad, Tobago, Margarita y a diversas partes de Venezuela en la América
Meridional. U.C.V., 1967, Caracas.
[12] Bolívar,
Simón. “Escritos del Libertador: Volumen 6, Simón Bolívar, 1 de enero de
1814. Sociedad Bolivariana de Venezuela, p. 127” , consultado el 15 de mayo de
2015 en la página web: https://play.google.com/books/reader?id=kDzVAAAAMAAJ&printsec=frontcover&output=reader&hl=es&pg=GBS.PA127.
[13] Villanueva,
Laureano. Vida del valiente
ciudadano General Ezequiel Zamora, citado por Brito Figueroa, Federico. El tiempo de Ezequiel Zamora. Monte Ávila Editores, Caracas, 2009,
p. 160.
[14] Citado por Brito Figueroa, Federico. Obra citada,
p. 160.
[15] Arcaya,
Pedro Manuel. Memorias.
Librería Historia, Caracas, 1983, p. 6.
[16] Arcaya,
Pedro Manuel. Obra citada, p. 28 y 29.
[17] Arcaya,
Pedro Manuel. Obra citada, p. 54.
[18] Díaz
Sánchez, Ramón. Evolución Social
de Venezuela (hasta 1960), en Venezuela
Independiente, evolución político-social 1810-1960, Fundación Eugenio
Mendoza, 1975, p. 320.
[19] Félix Roque Rivero. Del Estado que tenemos al Estado que
necesitamos, en http://vltimaratio.blogspot.com/2015/04/felixroque-rivero-del-estado-que.html.
[22] Masacre de Cantaura: http://www.defensoria.gob.ve/images/pdfs/librosDDHH/masacre_cantaura_v2.pdf y en video, https://www.youtube.com/watch?v=jhu1l3QJOmE.
[26] El
Caracazo: Entre los variados aspectos sobre el tema, les referimos en lo
judicial a: http://gumilla.org/biblioteca/bases/biblo/texto/SIC2009711_17-22.pdf, en imágenes, http://www.embavenez-us.org/pdfs/elcaracazoinpictures.pdf, y en videos
(i) https://www.youtube.com/watch?v=Yv_Gy1ftIP0, (ii) https://www.youtube.com/watch?v=jzLvacdAN30 y (iii) https://www.youtube.com/watch?v=Ir-eiKgNvu0.
[27] Manifestaciones
de alteración del orden público, mediante el cierre de calles y otras formas de
protesta.
[28] Díaz
Sánchez, Ramón. Evolución Social
de Venezuela (hasta 1960), en Venezuela
Independiente, evolución político-social 1810-1960, Fundación Eugenio
Mendoza, 1975, p. 357.
[29] Alejandro
Moreno, Alexander Campos, Mirla Pérez y William Rodríguez. Tiros en la Cara. El delincuente violento de
origen popular. IESA, Caracas, 2008, p. 237.
[30] Alejandro
Moreno, Alexander Campos, Mirla Pérez y William Rodríguez. Obra citada,
p. 269.
[31] Alejandro
Moreno, Alexander Campos, Mirla Pérez y William Rodríguez. Obra citada,
p. 9.
[32] Respecto
perspectivas de la violencia y
particularmente la criminalidad, podemos referir, en particular: http://www.mp.gob.ve/c/document_library/get_file?uuid=017b714e-2c2c-4f03-9de6-0e73c72840bc&groupId=10136
(Ministerio Público) o http://www.minci.gob.ve/2013/05/fernandez-bajan-indices-de-criminalidad-en-venezuela-tras-implementacion-del-plan-patria-segura/, en
contra: http://www.crisisgroup.org/~/media/Files/latin-america/venezuela/38--%20Violence%20and%20Politics%20in%20Venezuela%20SPANISH.pdf%E2%80%8F (International
Crisis Group).
[33] Arcaya,
Pedro Manuel. Memorias.
Librería Historia, Caracas, 1983, p. 64. En contra, véase a
[34]
Brito
Figueroa, Federico. El tiempo de Ezequiel Zamora. Monte
Ávila Editores, Caracas, 2009, p. 730.
[35] Eduardo
Blanco. Venezuela Heroica.
Monte Ávila Editores, Caracas, p. 55.
[36] A Roschmann se le imputan cargos de asesinato y violaciones
graves de los derechos humanos, vinculados con el homicidio de por lo menos
3000 judíos entre 1938 y 1945, la supervisión de trabajos forzados en
Auschwitz, y el asesinato de por lo menos 800 niños. La noche de los cristales
rotos o Novemberpogrome, fue una
serie de pogromos y ataques en la Alemania nazi en la noche del 9 al 10 de
noviembre de 1938, ejecutada por las tropas de asalto de las SA con la
población civil, mientras las autoridades competentes observaban sin
intervenir.
[37] Véase sentencia de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, Nro. 794/11, http://historico.tsj.gob.ve/decisiones/scon/mayo/11-0439-27511-2011-794.html.
[38] Alejandro
Moreno: “De seguir como vamos, Venezuela desaparecerá como sociedad”.
Consultar en http://www.contrapunto.com/index.php/nacional/item/19735-alejandro-moreno-de-seguir-como-vamos-venezuela-desaparecera-como-sociedad.
[40] Denis, Ronald.
Las tres Repúblicas, retrato de una
transición desde otra política. Ediciones nuestra América Rebelde, p. 185.
[41] Véase la obra completa, en la
página web, consultada en fecha 16 de
mayo de 2015 http://www.bibliotecayacucho.gob.ve/fba/index.php?id=97&tt_products=12. Emilio
Spósito Contreras por su parte, señala que “independientemente de las formas literarias escogidas –poesía el uno,
prosa novelesca el otro–, de la nacionalidad de los autores, que se trate del
personaje histórico Francisco Laprida o del literario Fernando Fonta; ambas versiones recogen
la tragedia latinoamericana: la eterna lucha entre el bien y el mal. Desde la
perspectiva de hombres justos y sabios –Francisco, estudioso de las
leyes, benemérito de la patria, y Fernando, ‘ciudadano’ y ‘hermano’– atrapados en la
espiral de la violencia, de la cual no pudieron, o no quisieron salir”,
en http://vltimaratio.blogspot.com/2015/01/politica-y-literatura.html.
[42] Bolívar,
Simón. Discurso pronunciado por el
Libertador ante el Congreso de Angostura el 15 de febrero de 1819. En Acosta, Vladimir. Independencia, Soberanía y Justicia Social en el Pensamiento del
Libertador Simón Bolívar, PDVSA, Caracas, 2007 p. 121.
[44] Traducción libre del autor.
[45] Acosta,
Cecilio. Cosas sabidas y cosas por
saberse. En: Obras. Edit. El
Cojo, Caracas, 1909, Vol. III, p. 267.
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