Arturo Castillo Máchez*
“¡NI DIOS ME
QUITA LA VICTORIA!”
Extracto
de AA.VV., Nuestra Señora de Belén,
devoción del Libertador Simón Bolívar. San Mateo, 1709-2009. Edición al
cuidado de Natalia Boza Scotto y Emilio Spósito Contreras. Sociedad Bolivariana
de Venezuela - Fundación Hermano Nectario María para la Investigación
Histórica-Geográfica de Venezuela. Caracas 2010, 159 pp. ISBN 978-980-12-4713-5.
Lo normal en la interacción de las
personas creyentes en Dios, es que se agradezca al Señor por los beneficios o
deseos concedidos. De no ser así, el creyente se muestra resignado con lo
sucedido, prefiriéndolo a otras situaciones que pudieron haber resultado males
mayores. Igualmente, entre los mismos creyentes, los deseos casi siempre van
matizados por una coletilla que en la vida nos coloca en las manos del Señor:
“Si Dios quiere”.
Asimismo es muy común, desde que los
españoles tocaron esta tierra de gracia, una expresión para manifestar
agradecimiento a otra persona por el bien hecho desinteresadamente: “Dios se lo
pague”.
Todas estas manifestaciones, tanto ayer
como hoy, son propias de los creyentes cristianos, católicos romanos o
evangélicos, porque en ellas va implícita, de una forma u otra, una exaltación
de la fe, un acercamiento al Señor Todopoderoso, de manera de reafirmar la
autoestima.
Siendo así, no nos explicamos qué pudo
sucederle a aquel oficial español que dejó a un lado toda creencia cristiana y
profirió la frase pagana que sirve de título al presente trabajo.
El coronel José María Barreiro,
comandante de una de las divisiones realistas que formaban el ejército español,
y que bajo el mando del mariscal de campo Pablo Morillo actuaba en la Nueva
Granada y Venezuela en el año 1819, fue el autor de tan controvertida
expresión.
Quizás creyó que para ese momento Dios
no le era necesario y que por el contrario, él solo podía reservarse el papel
protagónico de conducir el ejército realista al éxito definitivo de la batalla.
Sin embargo, más que no necesitar de Dios, Barreiro lo confrontó, lo afrentó y,
tal como sucedieron los acontecimientos, “El que todo lo perdona”, al final lo
derrotó.
La División de Barreiro se enfrentó al
Ejército Libertador, que a las órdenes de Simón Bolívar se presentó en Pantano
de Vargas, después de haber cruzado Los Andes en julio de 1819.
El ejército de Barreiro estaba
descansado y organizado en las alturas de Vargas, mientras que el ejército de
Bolívar estaba en peores condiciones, no sólo por la extenuante travesía desde
el Páramo de Pisba, sino porque ese mismo día, el 25 de julio, había tenido que
cruzar el caudaloso río Chicamocha a partir de las primeras horas de la
madrugada. A las 10 de la mañana, cuando se iniciaron los fuegos por ambos
ejércitos, aún faltaban tropas para cruzarlo en las improvisadas balsas de los
hermanos Villates.
El ejército realista ocupaba ventajosa
posición al iniciarse el combate. Por ello, Barreiro lanzó un ataque por el
flanco izquierdo republicano, con intención de envolverlos por la retaguardia,
aprovechando el pantano que no permitía mayores ventajas a los
independentistas. Éstos trataron de subir la ladera, pero Barreiro los repelió
con el Primer Batallón del Rey. Intentó de nuevo Bolívar, atacando esta vez por
el centro con el Rifles y Barcelona; pero tampoco pudo con la férrea defensa
del realista. Ordenó Bolívar al coronel Rook, que con la Legión Británica
desalojara al enemigo de las alturas, pero tuvo el aguerrido irlandés que dar
marcha atrás, con un sinnúmero de tropas dejadas en el campo de batalla.
Es en este momento cuando el Libertador
vio perdida la batalla, y con ella, el enorme esfuerzo de la Campaña de Boyacá;
mientras el coronel español creyó que la victoria era suya y, tras vivas al
Rey, exclamó la frase que sellaría el triunfo en Pantano de Vargas: “¡Ni Dios
me quita la victoria!”… Lamentablemente para el bizarro español, Dios le quitó
la victoria.
Estaba a punto Bolívar de dar marcha
atrás para enfrentarse a las caudalosas aguas del Chicamocha, o perecer ante
las afiladas bayonetas de las tropas realistas, cuando observó al intrépido
coronel Juan José Rondón, quien junto a sus catorce lanceros, aún no había
entrado en combate, y acercandose, le gritó: “–Coronel, ¡salve usted la
Patria!” y el valiente guariqueño, sin pensarlo dos veces, se abalanzó sobre el
enemigo en una estrepitosa carga que los desconcertó. El enemigo retrocedió, y
los catorce lanceros de Rondón continuaron arrollándolos, lo cual, aunado al
apoyo de la caballería de Mujica, permitió ganar las alturas.
La infantería patriota se reorganizó y
aprovechó ese momento de inspiración para avanzar y también ganar las alturas.
Fue entonces el enemigo quien retrocedió y, aprovechando las sombras de la
noche, huyó.
La batalla terminó con gran mortandad de
soldados para ambos bandos y, a pesar de no ser una clara victoria para las
armas republicanas, éstas ganaron una ventajosa posición, que a partir de ese
momento, les permitió pasar de perseguidos a perseguidores de los realistas.
Barreiro fue engañado en la marcha hacia
Tunja y capturado por Bolívar en la Batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819).
Finalmente, sería ejecutado junto con treinta y ocho de sus oficiales por
Santander –a pesar del querer contrario del Libertador, quien había partido
rumbo a Angostura–, en la Plaza Mayor de Bogotá.
Antes quizás, tuvo tiempo de
arrepentirse de su temeraria expresión: “¡Ni Dios me quita la victoria!”.
*
Nacido en Churuguara, estado Falcón, fue Oficial retirado del Ejército de la
República Bolivariana de Venezuela, con el grado de coronel. En su actividad
profesional desempeñó funciones de comando, desde Comandante de Unidad Básica
hasta Comandante de Unidad Superior. Fue Jefe del Estado Mayor de la Brigada de
Cazadores.
Como civil, fue Coordinador de la
Cátedra Bolivariana de la Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada
Nacional Bolivariana (UNEFA) y Presidente de la Sociedad Bolivariana de
Venezuela 2006-2010, reelecto para el período 2010-2014.
El coronel Castillo Máchez fue autor de
diversas obras, entre las cuales destacan: Más allá del deber. Modelo
venezolano que derrotó la subversión marxista-comunista en la década de los
años sesenta; Tupí, un pueblo falconiano y J. J. Rondón. Historia de un
Batallón, todas ellas premiadas en su oportunidad, con el Premio Especial del
Ministerio de la Defensa.
El coronel Castillo Máchez falleció en
Caracas en 2011.
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