viernes, 28 de julio de 2017

Pactando con el diablo...


Emilio Spósito Contreras

PACTANDO CON EL DIABLO
A propósito del acuerdo
entre el doctor Fausto y Mefistófeles

Perrumpis infernum chaos:
Vinctis catenas detrahis;
Victor triumpho nobili
Ad dexteram Patris sedes

El escritor alemán Juan W. Goethe (1749-1832), honesto súbdito del duque Carlos Augusto de Sajonia-Weimar-Eisenach, fue hostil a la Revolución Francesa y sus personajes; sin embargo, como gran artista, fue un hombre libre, ávido –como su personaje Fausto– de un saber infinito. En el ancien regime, a pesar del absolutismo, se desarrollaron espíritus que remontaron a la Humanidad hasta insospechados niveles de refinamiento. Como ejemplo, junto a Goethe, piénsese sólo en dos de sus coterráneos: Hegel y Beethoven.
Será en el siglo XX que el mundo experimente como último invento del demonio –en sentido figurado–, regímenes totalitarios que pretendan esclavizar hasta la mente del hombre. Uno de los más lúcidos acusadores de tales aspiraciones, fue sin duda el izquierdista Eric Blair –conocido como Jorge Orwell– (1903-1950), quien en sus novelas y cuentos denuncia tanto el nazismo de Hitler como el comunismo de Stalin. 1984 y Rebelión en la granja, son dos de sus obras más difundidas.
Volviendo a Goethe, vale destacar que en su obra Fausto (en la traducción de José Roviralta Borrell), basada en el personaje histórico Juan Jorge Fausto (1480-1540), alquimista y nigromante de Baden-Wurtemberg, la trama gira en torno al pacto celebrado entre el protagonista y el diablo Mefistófeles, por el cual entregaba su alma a cambio de sabiduría y placeres mundanos. Ello, supone en Fausto el libre albedrío y, al mismo tiempo, su reconocimiento por el diablo que abunda en formalidades para garantizar la validez del satánico contrato:

Mefistófeles
Una cosa más… Por razones de vida o de muerte, te lo pido un par de líneas… Una pequeña hoja cualquiera es buena para el caso. Firmarás con una gotita de tu sangre.
Fausto
Si eso te satisface plenamente, pase como chanza  (GOETHE, J. W., Fausto, primera parte).

La libertad del hombre y su desviación por las tentaciones del demonio es el tema del primer encuentro –o desencuentro– entre ellos en el Paraíso: Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza (hacedor) y le prohibió a su criatura comer del árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 2, 17). El hombre desconfió de la obra de Dios y abusando de su libertad cometió el primer pecado, causa y fundamento de todos los demás: el egoísmo (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 396 y ss). María Zambrano (1904-1991), prefería hablar de la envidia.
El desprecio de Fausto (el hombre), por Dios, su creación (la naturaleza), la encontramos en la justificación que hace al entregar su alma a Belcebú en el más allá:

Fausto
–Poco puede inquietarme el más allá. Convierte primero en ruinas este mundo, y venga después el otro en buena hora. De esta tierra dimanan mis goces, y este sol alumbra mis pesares. Si algún día consigo arrancarme de ellos, entonces venga lo que viniere; si en el mundo venidero también se ama o se odia y si igualmente hay en esas esferas un arriba y un abajo, no quiero saber de ello nada más.

Paradójicamente, la libertad moderna, la libertad mal entendida, desviada, positivista… se convierte en libertinaje o precisamente en lo contrario a lo que procura: la esclavitud, y no la servidumbre metafórica de aquel que sirve desinteresadamente a otros, sino la esclavitud degradante de la condición humana. El filósofo Leonardo Polo (1926-2013), la identifica con un frívolo engaño de libertad. Veamos en el texto de Goethe, la referencia a la esclavitud que significan los tratos con el demonio:

Mefistófeles
–No soy ninguno de los grandes, pero, a pesar de ello, si quieres junto conmigo emprender la marcha a través de la vida, me ofrezco gustoso a ser tuyo ahora mismo. Tu compañero soy, y si estás satisfecho de mí, soy tu servidor, tu esclavo…
Oblígome a servirte aquí, a la menor indicación tuya, sin darme paz ni reposo; cuando nos encontramos otra vez más allá… tú has de hacer otro tanto conmigo.

Al final, el Fausto de Goethe, recordándonos la sentencia atribuida a san Agustín: “dilige, et quod vis fac” o ama y haz lo que quieras, se salva por sus afanes y el amor de Margarita:

Unos ángeles
Hase librado del Malo el noble miembro del mundo de los Espíritus. Aquel que se afana siempre aspirando a un ideal, podemos nosotros salvarle; y si además, desde las alturas, por él se ha interesado el amor, el coro bienaventurado le acoge con una cordial bienvenida (segunda parte, acto V).

Aquí el “afanarse”, puede entenderse como hacer –esencial en el hombre– pero libremente, en el sentido aristotélico, es decir: hacer lo que corresponde, lo que es justo: “honeste vivere, neminem laedere, suum cuique tribuere” o vivir honestamente, no perjudicar a nadie y dar a cada uno lo suyo, como diría Ulpiano (D. 1, 1, 10, 1). Quizás de allí que el diablo se empeñe en inmiscuirse en cuestiones del Derecho… busque abogados.
Existe la creencia de que podemos apreciar a simple vista entre el hombre libre y el que no lo es. Que existe una mácula en aquellos que han pactado con Mefistófeles, bien sea por los males que padecen –en la Antigüedad la lepra era un signo o mal sagrado– o bien por estar rodeados de un círculo silencioso –o escandaloso– de rechazo. Si todavía es difícil distinguir entre el bueno y el malo, nos queda: por sus obras los reconoceréis (Mateo 7, 15). La oprobiosa esclavitud resulta difícil de ocultar, al igual que la verdadera libertad.
Venezuela es un país cuyos habitantes se enorgullecen de su espíritu indómito: difícilmente la lisonja o el obsequio son capaces de prostituirnos –recuerdo a un Fermín Toro–. A lo largo del tiempo hemos sufrido tiranías y cada vez hemos podido sacudirnos el yugo. La experiencia permite que reconozcamos fácilmente la condición servil y los diálogos o acuerdos engañosos. A despecho de Satanás y sus secuaces, sus tentaciones últimamente resultan inocuas:

…vade retro Satana,
numquam suade mihi,
vana sunt mala quae libas,

ipse venena bibas.

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