Califato
en una noche
Emilio Spósito Contreras*
“(…) en cuanto abrieron las puertas, los
esclavos y los porteros llegaron al límite de la estupefacción al notar que
algo se oponía a su vista en el sitio donde la víspera se veía un inmenso
meidán para torneos y cabalgatas (…)”.
Anónimo, Las mil
y una noches.
Historia
de Aladino y la lámpara mágica
Desde Abu Bakr Al-Siddīq (573-634), primer califa (seguidor de Muhammad, BPD), hasta Abd-ul-Mejid II (1868-1944), último sultán
otomano y CI° califa (gobernó hasta el 3 de marzo de 1924), el mundo no había
vuelto a oír de califas y califatos. Por lo que la reciente noticia de la
proclamación del denominado “Estado del Califato Islámico”, bajo el
gobierno del califa Ibrahim (Abu Bakr al Baghdadi), resulta
desconcertante, sobre todo para el secularizado Occidente.
Efectivamente, el califato implica un gobierno universal de
naturaleza temporal y espiritual, sólo equiparable al Imperio Romano, después
de Constantino. Pero desde 1806, el Imperio Romano (Sacro
Romano Imperio) está vacante y mucho se ha hecho por falsificar la idea de
Imperio, colocando bajo su rótulo a vulgares reinos o hegemonías (Cfr.
artículo del autor, La
tergiversación de Roma. En Vltima
Ratio, N° I. Caracas, enero-julio de 2014, p. 4. También en
http://vltimaratio.blogspot.com/2015/01/la-tergiversacion-de-roma-emilio.html).
En todo caso, hay que ser cauto sobre el verdadero carácter
de califa de Abu Bakr al Baghdadi, quien no pretende
ser elegido por la comunidad, descender del Profeta, o ser designado por Dios
(¿Mahdī?); sino que basa su legitimidad en el pasmoso éxito de las armas
de sus correligionarios, acusados de atroces ejecuciones, crucifixiones y la
destrucción de mezquitas chiítas y sufíes (cfr.
http://vltimaratio.blogspot.com/2015/01/jorge-o.html).
¿Bastará la fuerza de las armas –más allá de la virtud–
para ser el legítimo califa de los musulmanes?
Sobre lo que significa un califa, recordamos al poeta
andaluz Ibn al-Jatib (1313-1374), al referirse al Califa de Dios:
“(…) ¡Ojalá
el destino aumente tu gloria todo el tiempo que brille la luna en la oscuridad!
¡Ojalá la mano de la Providencia aleje de ti los peligros
que no podrían ser rechazados por la fuerza de los hombres!
En nuestras aflicciones tu aspecto es para nosotros la luna
que disipa las tinieblas, y, en las épocas de escasez, tu mano reemplaza a la
lluvia y esparce la abundancia.
Sin tu auxilio, el pueblo andaluz no habría conservado ni
habitación ni territorio.
En una palabra, este país no siente sino una necesidad: la
protección de tu majestad”.
______________
* Profesor Agregado de Derecho Civil I, Personas, de la
Universidad Central de Venezuela y profesor de Orígenes del Derecho y su
Evolución Posterior de la Universidad Católica Andrés Bello.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario