Emilio Spósito
Contreras
ESBOZO
DE UNA HISTORIA DEL MAL
EN VENEZUELA
F u n d a m e n t o s
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El hombre que
vive constantemente en el miedo es cada día condenado.
Publilio Siro, Sentencias, C, 13.
Desde el principio, quedan fijadas en nuestra
historia la incomprensión y rechazo de lo exótico: indígena y natural; el abuso
de los más débiles: niños y mujeres; así como el miedo a que extranjeros, los
que viene de afuera, que nos invadan: primero los caribes, después los
castellanos, finalmente los ingleses, los holandeses, los franceses…
Pecaríamos de simplistas si pensáramos que
los referidos miedos agotan la lista, pero es seguro que a partir de ellos
podamos elaborar un discurso bastante aceptable sobre el mal en nuestra tierra.
Los miedos representados en cada relato,
oprimieron al hombre colonial, y de alguna manera los encontraremos como
leitmotiv en los períodos posteriores. Las causas de nuestros males parecieran
tener un esquema uniforme: el Diablo actúa con método. Descubrirlo es el primer
paso para enfrentarlo.
La ceiba
maldita
En los primeros años de la llegada de los
europeos al Nuevo Mundo, en 1528, Carlos emperador del Sacro Romano Imperio,
otorgó una capitulación a los banqueros germánicos denominados Welser o
Belzares, para la exploración, conquista y colonización de la tierra ubicada
entre el Cabo de la
Vela y Maracapana.
Los representantes en Venezuela de los
famosos financistas del emperador, fueron sucesivamente: Ambrosio Alfínger,
Juan Alemán (Hans Seissenhofer), Jorge de Spira, Nicolás de Federmann y Felipe
de Utre o Hutten; quienes se dedicaron sin éxito a la exploración de la
geografía en pos del Dorado, con la intención de emular la buena fortuna de
Hernán Cortés en México o Francisco Pizarro en Perú.
El fracaso de este modelo de conquista y una
riqueza fácil, acrecentó las diferencias entre los hermanos alemanes y
españoles. Entre estos últimos, Juan de Carvajal, mediante engaños de todo
tipo, se hizo con el poder en Coro, alevosamente apresó a Hutten y sus
principales compañeros y les le dio muerte por decapitación.
Cuentan los cronistas que a la sombra de una
ceiba –sagrada para los indígenas–, el verdugo cumplió su faena usando
apropósito un arma mellada, que provocó una larga y dolorosa agonía de los
últimos Belzares en Venezuela. Francisco Herrera Luque, en La
Luna de Fausto (2002),
novela este triste hecho de nuestra historia.
Otros relatos podrían citarse como ejemplos
de mal: el exterminio de nuestros ancestros indígenas, la cruel ejecución de
Tamanaco, el final del rey negro Miguel; pero lo que hace especialmente
relevante la muerte de Hutten, es que Carvajal, su asesino, fue el fundador del
Tocuyo, génesis del modelo de país que tuvimos hasta el advenimiento de la industria
petrolera. Carvajal cual Caín o Rómulo, fundó el país a partir de un
“fratricidio”. A diferencia de Remo, la muerte de Hutten no significó el
cumplimiento extremo de la ley, sino todo lo contrario, la destrucción del
mundo indígena y la instauración de la colonia.
Correspondió al licenciado Juan Pérez de
Tolosa prender, juzgar y finalmente ahorcar a Carvajal. Cuenta José de Oviedo y
Baños, en su Historia
de la conquista y población de la
Provincia de Venezuela (1723),
que la frondosa y sensitiva ceiba tocuyana que presenció la muerte de Hutten y
de la que colgaron al fundador Carvajal, maldita, se secó al poco tiempo del
ajusticiamiento.
Bibliografía
AA.VV., Diccionario de Historia de Venezuela. 4 tomos.
Fundación Polar, 2ª edición. Caracas 1997.
HERRERA LUQUE, Francisco, La luna de Fausto. Alfaguara.
Caracas 2002.
OVIEDO Y BAÑOS, José de, Historia de la conquista y
población de la Provincia de Venezuela. Prólogo de Tomás Eloy Martínez y Susana
Rotker. Biblioteca Ayacucho, número 175. Caracas 1992.
PUBLILIO SIRO, Sentencias. Introducción, edición y traducción de Víctor J. Herrero Llorente. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid 1963.
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