miércoles, 11 de abril de 2018

Historia del mal: La ceiba maldita


Emilio Spósito Contreras

ESBOZO
DE UNA HISTORIA DEL MAL
EN VENEZUELA

F u n d a m e n t o s

El hombre que vive constantemente en el miedo es cada día condenado.
Publilio Siro, Sentencias, C, 13.

Desde el principio, quedan fijadas en nuestra historia la incomprensión y rechazo de lo exótico: indígena y natural; el abuso de los más débiles: niños y mujeres; así como el miedo a que extranjeros, los que viene de afuera, que nos invadan: primero los caribes, después los castellanos, finalmente los ingleses, los holandeses, los franceses…
Pecaríamos de simplistas si pensáramos que los referidos miedos agotan la lista, pero es seguro que a partir de ellos podamos elaborar un discurso bastante aceptable sobre el mal en nuestra tierra.
Los miedos representados en cada relato, oprimieron al hombre colonial, y de alguna manera los encontraremos como leitmotiv en los períodos posteriores. Las causas de nuestros males parecieran tener un esquema uniforme: el Diablo actúa con método. Descubrirlo es el primer paso para enfrentarlo.

La ceiba maldita

En los primeros años de la llegada de los europeos al Nuevo Mundo, en 1528, Carlos emperador del Sacro Romano Imperio, otorgó una capitulación a los banqueros germánicos denominados Welser o Belzares, para la exploración, conquista y colonización de la tierra ubicada entre el Cabo de la Vela y Maracapana.
Los representantes en Venezuela de los famosos financistas del emperador, fueron sucesivamente: Ambrosio Alfínger, Juan Alemán (Hans Seissenhofer), Jorge de Spira, Nicolás de Federmann y Felipe de Utre o Hutten; quienes se dedicaron sin éxito a la exploración de la geografía en pos del Dorado, con la intención de emular la buena fortuna de Hernán Cortés en México o Francisco Pizarro en Perú.
El fracaso de este modelo de conquista y una riqueza fácil, acrecentó las diferencias entre los hermanos alemanes y españoles. Entre estos últimos, Juan de Carvajal, mediante engaños de todo tipo, se hizo con el poder en Coro, alevosamente apresó a Hutten y sus principales compañeros y les le dio muerte por decapitación.
Cuentan los cronistas que a la sombra de una ceiba –sagrada para los indígenas–, el verdugo cumplió su faena usando apropósito un arma mellada, que provocó una larga y dolorosa agonía de los últimos Belzares en Venezuela. Francisco Herrera Luque, en La Luna de Fausto (2002), novela este triste hecho de nuestra historia.
Otros relatos podrían citarse como ejemplos de mal: el exterminio de nuestros ancestros indígenas, la cruel ejecución de Tamanaco, el final del rey negro Miguel; pero lo que hace especialmente relevante la muerte de Hutten, es que Carvajal, su asesino, fue el fundador del Tocuyo, génesis del modelo de país que tuvimos hasta el advenimiento de la industria petrolera. Carvajal cual Caín o Rómulo, fundó el país a partir de un “fratricidio”. A diferencia de Remo, la muerte de Hutten no significó el cumplimiento extremo de la ley, sino todo lo contrario, la destrucción del mundo indígena y la instauración de la colonia.
Correspondió al licenciado Juan Pérez de Tolosa prender, juzgar y finalmente ahorcar a Carvajal. Cuenta José de Oviedo y Baños, en su Historia de la conquista y población de la Provincia de Venezuela (1723), que la frondosa y sensitiva ceiba tocuyana que presenció la muerte de Hutten y de la que colgaron al fundador Carvajal, maldita, se secó al poco tiempo del ajusticiamiento.

Bibliografía

AA.VV., Diccionario de Historia de Venezuela. 4 tomos. Fundación Polar, 2ª edición. Caracas 1997.
HERRERA LUQUE, Francisco, La luna de Fausto. Alfaguara. Caracas 2002.
OVIEDO Y BAÑOS, José de, Historia de la conquista y población de la Provincia de Venezuela. Prólogo de Tomás Eloy Martínez y Susana Rotker. Biblioteca Ayacucho, número 175. Caracas 1992.
PUBLILIO SIRO, Sentencias. Introducción, edición y traducción de Víctor J. Herrero Llorente. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid 1963.

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